jueves, julio 17, 2008

Esclarecedor arcón de los recuerdos

No es que hayamos discontinuado la serie de notas de Jorge d’Urbano que tanto interés despertaron en nuestros visitantes lectores. Simplemente hemos hecho una pausa en virtud de la gran cantidad de material que tenemos para ofrecer, que nos excede...
Ese volver al gran maestro de la crítica musical es una suerte de arcón de recuerdos, con verdaderas joyas literario-musicales.

Al ver muy recientemente- y escuchar- a Daniel Barenboim tocando la Sonata Op. 106 “Hammerklavier” de Beethoven en “Film & Arts”, nos tentamos y volvimos a leer la crítica que el maestro d’Urbano le diera en 1953 y que figura publicada más abajo en este blog.

Link:
http://ladansedepuck.blogspot.com/2008/01/para-abrir-los-ojos-y-la-mente-cap-10.html

Constatamos que, tras 55 años (¡ vaya cantidad!) nada ha cambiado. Este pianista tiene los mismos vicios, aunque ahora envejecidos, que se detallaban en aquella crítica que el lector puede volver a consultar utilizando el link. No es que nada haya cambiado: simplemente, ahora todo es peor.
¡Barenboim tiene más kilos, menos pelo y mucha política a cuestas.
¿Beethoven?...: bien, gracias.

Claudio von Foerster

jueves, julio 03, 2008

Obituario - 23 de junio de 2008



LEONARD PENNARIO (1924-2008), de quien tenemos un indeleble recuerdo por haberle escuchado en una de las mejores interpretaciones que recordemos del Tercero de Rachmaninov (cuando era él un joven de unos 35 años), era un pianista desparejo, capaz de momentos de elevación y otros de ningún interés. Tuvo que interrumpir su carrera, tras los estudios con Guy Maier, para servir en las fuerzas armadas americanas en la Segunda Guerra Mundial. Realizó numerosas giras europeas y por otras partes del mundo, y debe gran parte de su supervivencia en el recuerdo de las gentes, a sus discos conformando el trío Heifetz/Piatigorsky/Pennario. Allí, en un terreno que dominaba acaso con la probidad de Istomin, tenía los mismos defectos que aquel: se ponía en el papel de "partenaire" y no en el de uno más de los músicos, con tanta relevancia como el resto. Ese ejemplo maravilloso que dejaron otros como Richter, Serkin o Schnabel, no fue tomado por dos instrumentistas (Istomin y Pennario) que, sumando ejecuciones, deben haber triplicado lo que hicieron media docena de pianistas de cámara en medio siglo.

¿Por qué extraño designio, pianistas que son verdaderos solistas (y nobles músicos) asumen el papel de "acompañantes" en el repertorio camarístico? Difícil explicarlo. Grabó mucho de este repertorio, siempre con probidad, aunque en ciertas obras llegara a ser llamativamente indiferente, como en el Quinteto de Franck. La Segunda Sonata de Mendelssohn (con Piatigorsky) o el Primer Trío de Schubert son obras que dejó en ajustadas versiones. Hizo un excelente disco (de sus primeros) con las Visiones Fugitivas de Prokofiev, que tocaba con autoridad, y un integral de los Valses de Chopin que, para nuestro gusto al menos, es el ideal y definitivo. En su Rapsodia Paganini se lo nota algo rígido, aunque también se percibe que domina el lenguaje. Un disco con las Variaciones Sinfónicas de Franck nos pone ante un pianista poco intimista y fantasioso. Cosa curiosa, si se tiene en cuenta su buena grabación de los Preludios de Debussy. Un Segundo de Chopin con Golschmann es absolutamente idiomático y poderoso, mas carente de fantasía; en cuanto al Primero de Liszt que complementaba dicho LP lo vierte con temperamento y un virtuosismo juvenil encomiables. También merece mencionarse su registro de la Sonata de Bartok. En cambio, siendo –para quien esto escribe- el responsable de la mayor versión de las Visiones Fugitivas de Prokofiev, su Tercera Sonata de este autor no alcanza la estatura de, por ejemplo, Weissenberg. Su registro de la Sonata Fúnebre de Chopin es idiomático, pero su acople original, la Sonata de Liszt, suena maquinístico. Para Andrew Porter, en su registro de los Cuatro Scherzi “es dificil concentrarse en estas versiones. No son ni lo suficientemente dramáticas ni lo suficientemente elocuentes”. En el Concierto de Schumann es mecánico y poco imaginativo, con preeminencia de lo instrumental antes que lo musical. La Burleske de Richard Strauss, en la que los picos son las versiones de Serkin y Gulda, tiene en Pennario un recreador ideal. En ella, los dedos son la sal y no la comida, por lo que el pianista con probidad manual se luce ampliamente. Algunas de sus grabaciones con Fiedler, son interesantes. Su Sonata de Liszt es virtuosa pero exterior; en cambio, el Segundo Concierto de Chopin y el Primero de Liszt, profundamente musicales; su Tercero de Rachmaninov, inferior al que le escuchamos en vivo, pero de altura; y el Primero de Tschaikowsky aceptable, aunque propenso a los lugares comunes. La Sonatina de Ravel, o la Tumba de Couperin y los Juegos de agua las llevó a discos con exquisita paleta. Una serie dedicada a obras muy conocidas, que circuló con títulos tales como “Piezas populares” encerraba, empero, algunas joyas de su arte: una trascripción del Vals de la Primera Suite de Arensky, y obras cortas de Chopin, Liszt, Debussy, Schumann, Brahms, Rachmaninov, Poulenc, Scriabin, Prokofiev, Sinding, Dohnanyi, y en especial, para mencionar, los Arabescos de Debussy, y Sonatas de Scarlatti u obras de Macdowell y Moszkowski; o la Rapsodia Húngara 12, San Francisco predicando y Soneto 104 de Liszt. Otro era una impresionante lectura de Cuadros de una exposición. Su Tercero de Prokofiev y el Tercero de Bartok con Golschmann y la Sinfónica de St. Louis son traducciones como pocas, y de las que hoy no se producen. Una forma amena de disfrutar de otra porción de su repertorio será conseguir sus discos con obras cortas (Grieg, Kreisler/Rachmaninov, Tschaikowsky, Saint-Saëns, Rubinstein y otros). En ellos encontrará música menor en ejecuciones mayores.

LEONARD PENNARIO falleció en La Jolla, California, el 23 de junio a los 83 años.