
Pero es cierto que, verbigracia, hay una idiosincrasia nacional para interpretar música, mezcla de formación, estudios, formas de vivir e influencias, en un cóctel desordenado largo de elucubrar. Richard Strauss y von Weingartner, alemanes, presentan el enfoque directo, objetivo y sin rebuscamientos. Furtwängler el subjetivismo fascinante con algo de indisciplina romántica. Busch, Walter y Kleiber, más cercanos a los primeros que al segundo, la forma fina, elegante pero contundente de dirigir. Y así ad infinitum. No hay intérpretes con la universalidad total ni totalmente perfectos.
Hans Knappertsbusch (1888-1965) destilaba desde su cerebro hasta la punta de su batuta la más pura y usualmente caracterizada idiosincrasia alemana, si aceptamos los rótulos.
Nacido en Elberfeld ya de niño conducía orquestas escolares. Doctorado en filosofía estudió dirección orquestal, entre otros, con Steinbach. Debutó en 1911 y al año siguiente ya presentaba un Festival Wagner en Holanda. Knappertsbusch es considerado el epítome de Bayreuth y de la interpretación wagneriana.
Hasta llegar en 1922 a Munich dirigió virtualmente en todas las ciudades alemanas en las que hubiera una orquesta. Hitler en persona se ocupó de prohibirlo por su manifiesto anti nazismo y se le negó el permiso para dirigir en el Covent Garden por invitación de Beecham (finalmente consiguió llegar y dirigir Salomé). Desde entonces solamente dirigió en países no fascistas hasta llegar a Bayreuth en la posguerra. Allí condujo representaciones legendarias aunque despreciando las producciones escénicas nuevas. Fue puntal en la Opera de Munich.
Si bien se ocupó sinfónicamente de los barrocos y clásicos, su grandeza casi inigualada se escucha en Bruckner y su real estatura en la ópera. En la música ligera vienesa es maravillosamente espontáneo y original.
Muchas anécdotas hablan de su carácter amable, de sus respuestas punzantes y de su desagrado por los ensayos.
Sus músicos de la Filarmónica de Viena como de Munich lo adoraban. En un ensayo con otro director en la primera de las orquestas mencionadas, un ujier se aproximó a Willi Boskowsky y le susurró algo al oído. El concertino se puso de pie y dijo con voz grave: “Papá Kna ha muerto”. Todos de pie hicieron tres minutos de silencio con ojos llenos de lagrimas. Había desaparecido el último “director típicamente alemán”.
Knappertsbusch en Bayreuth con los nietos de Richard Wagner, Wolfgang y Wieland
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