miércoles, julio 04, 2007

Giuseppe Andaloro - 4 de julio de 2007 - Museo Fernández Blanco

RECITAL DE PIANO   -    GIUSEPPE ANDALORO

Programa

Mozart, Rondo KV485
Chopin, Scherzo 1
Scriabin: Sonata fantasia op.19/2
Rachmaninov: 3 Preludios
Liszt, Balada 2

El 4 de julio de 2007 en el Museo Fernández Blanco


BUENA SOMBRA DE BUEN ARBOL

Nuestra ciudad capital, ahora autónoma, tiene una larga y rica historia en organizar recitales de piano con pésimos instrumentos. Acaso por razones financieras suele escatimarse en la segunda cosa más importante en este tipo de conciertos: primero el pianista, segundo el piano. No estamos en la primigenia Siberia recorrida por Richter(tocando hasta en verticales) ni en el Africa Colonial a la que Moiseiwitsch llevara su propio piano porque ajenos no se conseguían. Estamos en Buenos Aires en el nuevo milenio y los responsables de esta auténtica vergüenza tienen nombre: el Instituto de Cultura Italiana en Buenos Aires, Amadeus y Allegretto 2007.

La sede diplomática italiana en Argentina tiene los recursos para traer para sus recitales un Fazioli de excelencia y presentar a sus connacionales en el Coliseo con mejor publicidad previa.  Brindarle a un instrumentista colosal y músico sensible como el Señor Andaloro semejante oprobioso piano ha sido una temeridad, una falta de respeto y deficiente organización.

Afortunadamente, este joven profesional supo llevar su nave a buen puerto y no por casualidad sino por capacidad. Tiene medios manuales excepcionalmente dúctiles, un sugerente manejo de la paleta colorística y segura musicalidad en materia de estilos(con una sola excepción).

El Scherzo de Chopin tuvo una versión alzada y nada exterior en los extremos y de profunda e íntima sinceridad en la sección central. Ya nuestro artista rayaba a gran altura.
Scriabin y su poco frecuentada Sonata op.19 recibieron la claridad de quien domina el lenguaje y tiene medios soberbios, excepcionales... pero no para lucimiento sino para hacer música en forma sincera y alzada.

Los Preludios de Rachmaninov son obras más difíciles de lo que se suele pensar de ellos y con más requerimientos expresivos que tan abigarrada escritura sugeriría a priori. Andaloro tocó una acertada selección con destreza en el Op.23 nº2, profunda lejanía en el Op.23 nº4 y efectismo sano que emana de una agilidad de muñecas envidiable en el Op.23 nº5. en suma, tres gemas como solían tocar los grandes de antaño, esos que ya no están, los Hofmann, Horowitz, Richter, Gilels o Fiorentino.

Finalmente la más interesante y difícil de las dos Baladas de Franz Liszt, la Segunda, fue vertida con climaxes sonoros bien balanceados, ligereza digital y canto profundo en los pasajes lentos. ¡Una traducción recordable!

Si Giuseppe Andaloro no hubiese tocado a Mozart, éste hubiese sido el recital perfecto. Infortunadamente, el genio de Salzburgo les sigue cobrando caros impuestos a los que lo romantizan, a los que lo deforman y a quienes quitan o agregan ornamentación “a piaccere”. Si por el Chopin, el Scriabin, el Rachmaninov o el Liszt escuchado mandaríamos a Andaloro a enseñar,, no dudamos que por sus crímenes musicales en Mozart la mejor sugerencia que podemos hacerle es “a estudiar”.

Andaloro trabajó con el inolvidable y gigantesco Sergio Fiorentino (cuyo Mozart, dicho sea al pasar, era ejemplar). Haberse codeado con el inmenso maestro y sus dotes naturales lo convierten en una firme promesa para el futuro próximo. Una vez más parece ser cierto el aserto que dice que “el que a buen arbol se arrima, buena sombra recoge”.

Claudio von Foerster


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