jueves, octubre 13, 2011

Directores XVIII

Los Directores
Continuamos con la serie en la que estamos presentando más de 120 biografías escuetas de directores famosos. Las conceptualizaciones serán mínimas; y las recomendaciones discográficas puramente a criterio de nuestra redacción y haciendo abstracción de la posibilidad de mencionar grabaciones adicionales. Por esta causa, sugerimos investigar cuidadosamente las discografías de cada director para descubrir otros registros.

PAUL VAN KEMPEN (1893-1955) nació en Holanda y desde muy joven fue instrumentista en el Concertgebouw, dirigido por Mengelberg. De gran formación y excelente técnica, recibió su primer contrato en 1916 en Dortmund. Estuvo de 1932 a 1934 en Oberhausen, año en que sucedió a von Karajan en Aquisgrán. Fue catedrático en Siena, dirigió mucho tiempo en la radio de Hilversum y su última actividad la desarrolló en Bremen. Tuvo el inmenso mérito de ser el primero en dirigir las sinfonías de Bruckner en ediciones originales. A diferencia de Mengelberg, no colaboró con los nazis, a pesar de haberse quedado en Alemania como holandés.
Discografía sugerida: sus exquisitos acompañamientos a Prihoda, Mainardi y Kempff; 6ª de Tschaikowsky, un clásico.



ISTVAN KERTÉSZ ( 1929-1973) fue otra de las irreparables pérdidas tempranas sufridas por el podio de directores del siglo XX.
Húngaro, estudió violín, composición y dirección en la famosa Academia Franz Liszt y debutó en 1953 en Györ. Trabajó en Budapest hasta su huída durante el alzamiento de 1956, reprimido salvajemente por los comunistas rusos. Volvió a estudiar, en este caso con Previtali, aceptando invitaciones en Hamburgo, Frankfurt y Berlín libre. De 1958 a 1963 fue titular de la Opera de Augsburgo, concurriendo a partir de 1961 como invitado al Festival de Salzburgo.
De 1964 hasta su accidental muerte fue titular en la Opera de Colonia, yendo simultáneamente a dirigir la Sinfónica de Londres. Invitado a los centros más importantes de Europa y las Américas, destacó su presencia al frente de la Filarmónica de Viena y la de Israel. Precisamente allí, en playas de Tel Aviv, se lo tragó el mar...
Director finísimo, sólidamente formado, tenía un repertorio amplio que traducía con jerarquía. Era un excepcional mozartiano.
Discografía sugerida: las sinfonías de Dvorak; sinfonías y Réquiem de Mozart; sinfonías de Schubert.


ERICH KLEIBER(1890-1956) y una paradoja: siendo una figura crucial entre los directores vieneses del siglo XX, jamás fue designado titular de la orquesta más famosa de su país: la Filarmónica de Viena. Y la pregunta sigue en vigencia: ¿si hubiese Kleiber sobrevivido a 1956, con Furtwängler muerto en 1954, habría competido con von Karajan por dicha titularidad? Posiblemente no. Kleiber no jugaba a la política y las influencias como su insigne colega de Salzburg. El hecho es que las muertes relativamente tempranas (en una profesión de octogenarios) de los Kleiber, Busch, Cantelli, Fricsay o van Beinum privó a la segunda mitad del siglo XX de una pléyade de batutas ligadas a las ilustres tradiciones de Strauss, Toscanini, Weingartner, Walter, Mengelberg; de directores con técnicas espléndidas y nobles músicos; del eslabón con la vieja guardia. Se rompió la continuidad y la chatura que siguió es la muestra incontrovertible. Kleiber estudió en Praga y mantuvo por siempre su amor por esa ciudad. Pocos recuerdan, mirando la llamada “foto de los 5 grandes” (una instantánea berlinesa de 1928 con Kleiber, Toscanini, Furtwängler, Walter y Klemperer, que coincidían profesionalmente en dicha capital simultáneamente que, detrás de ese Kleiber había pasado una intensa actividad: Darmstadt (1912-19), Barmen Elberfeld (1919-21), Dusseldorf (1921-22) y Mannheim (1922-23). Era un nómade que dirigía el repertorio tradicional así como el moderno, tanto en la ópera como en la sala de conciertos. Sus traducciones de la música de Janacek, Busoni, Liszt, Reger, Schoenberg y otros levantaban tanto entusiasmo como las que ofrecía de Mahler, Mozart o Beethoven. Visitó la Argentina en 1926 y la Unión Soviética en 1927. Amigo íntimo de Berg, dirigía su música y la de otros judíos proscriptos por el nazismo, al que no soportaba.Como Busch, otro insigne músico, no era judío pero estaba profundamente comprometido contra la interferencia política en el arte. Renunció a su importante cargo en Berlín y dejó Alemania en 1935. En pocos años, el llamado Reich (ridícula denominación ya que la palabra significa imperio y Alemania, aunque espúrea, era una democracia sin emperador...) perdió a Kleiber, Busch, Walter y Klemperer entre sus más grandes directores, por no mencionar a los cantantes, instrumentistas, escritores etc. que voluntaria o forzadamente emigraron; y a las celebridades que no volvieron al país siendo extranjeros. Después de presentarse como calificado invitado en Bruselas, Londres, Praga, Salzburg y otros importantes centros musicales se radicó en la Argentina y tomó ciudadanía del país. Dejó impresiones indelebles que subsisten en algunos registros no oficiales y en hemerotecas. Dirigió centenares de conciertos y veladas operísticas. Todavía hoy se recuerdan las temporadas alemanas del Colón con Busch y Kleiber. Entre 1943-46 dirigió en Cuba, volviendo a Europa al terminar la guerra. Ya mayor, prácticamente dejó de dirigir Mahler, Bruckner y muchos modernos excepto Janacek y Berg. Se consagró virtualmente a los clásicos. Asiduo visitante de los estudios de grabación, nunca fue tentado a completar los ciclos de Sinfonías de Beethoven o Brahms, por ejemplo. Las del primero, con una excepción, es posible recopilarlas a partir de grabaciones de estudio y en vivo no oficiales. Siendo aclamado como la quintaesencia de la interpretación mozartiana, oficialmente grabó solamente una sinfonía consiguiéndose un par más en vivo. Fue llamado el director de “las 3 F” (Figaro, Fidelio, Freischütz eran sus especialidades). Afortunadamente su definitivo registro de Figaro, oficial, se consigue, y las “otras dos F” es posible rastrearlas en archivos en vivo. Su registro oficial del Rosenkavalier es piedra de toque y, aparte, se pueden conseguir otros dos del Colón.Era un purista absoluto en cuando a fidelidad a los textos. Era la feliz combinación de la objetividad con pinceladas improvisativas. Sus ensayos eran obras maestras: les daba los libretos de las operas a los músicos de la orquesta, jamás marcaba las entradas en forma visible al público y se sabía de memoria los nombres y ubicaciones de cada músico. Sus escasos discos de música ligera vienesa son angulares. Cuando se despidió de Buenos Aires dirigió el ciclo integral de sinfonías de Beethoven. D’Urbano, el numen de los críticos de su tiempo, escribió en la última crítica a Kleiber en Argentina:" ...cumplió con el sagrado deber de un buen director: dejar la Orquesta mejor de lo que la encontró".Esas pocas palabras resumen como nunca a este prócer de la batuta.
Discografía sugerida: las Sinfonías 3, 5, 6 y 7 de Beethoven ; Figaro; Rosenkavalier; Dafne en el Colón; las óperas wagnerianas en el Colón y su Till Eulenspiegel en vivo.

OTTO KLEMPERER (1885-1973), celebridad de la batuta, tuvo una vida segada por desgracias personales. Cuando Walter Legge, el principal productor discográfico del siglo XX y marido de Elisabeth Schwarzkopf fundó la Orquesta Philharmonia en Londres, juntó los mejores músicos de su tiempo y por casi quince años tuvo la mejor orquesta del mundo, aunque (por celos profesionales) eso doliera mucho en Viena, Berlín, Ámsterdam, Chicago, Filadelfia, Boston o New York. Tras ponerla en manos egregias como las de Furtwängler, von Karajan y Toscanini para conciertos aislados, Legge resolvió que la Philharmonia necesitaba un titular. Designó visionariamente al gigantesco Klemperer, al que le programó giras enjundiosas y grabaciones por decenas. Estaba resucitando a un exiliado casi en el olvido. Klemperer dio lo mejor de sí a pesar de la precariedad de su salud y fue deificado por crítica, público...y por el mismo Legge. Hasta que la difícil personalidad del productor le hizo querer interferir en las versiones de Klemperer como lo hacía virtualmente con todos los otros directores que ponía al frente de su orquesta, y que todos aceptaban estas intrusiones (algunos gustosos, otros menos) con tal de pararse frente a semejante orquesta. Klemperer no lo permitió y se produjo la ruptura que, poco después, ocasionaría la disolución de la Philharmonia y su posterior re-bautismo a New Philharmonia, esta vez sin Legge. En el momento posterior a la renuncia de Klemperer, el mismo Legge que lo santificara anunciaba que “con el tiempo, Klemperer será un anacronismo”. El genial director, parafraseando un texto de la Tetralogía (“Immer war Undank Loges Lohn”, o “Siempre la ingratitud fue el valor de Loge”) diría “Immer war Undank Legges Lohn”. Cosas de la vida. Hoy seguimos disfrutando de las maravillosas grabaciones producidas por Legge y de las trascendentes versiones de Klemperer, sin que ni uno ni el otro sean un anacronismo.
La carrera de Klemperer estuvo signada por el infortunio y la mala salud, a pesar de lo cual llegó casi a ser nonagenario. Pero, por sobre todo, la marcó su sapiencia , su versatilidad y su inmenso prestigio. A pesar de su pésimo carácter y acres comentarios, fue siempre muy respetado por sus músicos y sus colegas. Nació en Breslau, Alemania (hoy caprichosamente Wroclav, Polonia) y llevado tempranamente a vivir a Hamburgo y a estudiar a Frankfurt am Main. Uno de sus maestros, Hans Pfitzner, le urgió a dejar su promisoria carrera de pianista y hacerse director ( Klemperer había sido tercero en el Premio Antón Rubinstein de París detrás del joven ganador Backhaus y del joven segundo Bartok). Debutó en 1905 y luego intimó con su protector Gustav Mahler quien lo recomendó para dirigir la Opera Alemana de Praga en 1907. Posteriormente dirigió en la Opera de Hamburgo, Barmen, Strassburg, Colonia y Wiesbaden como titular; y en Barcelona, Roma, Moscú, Leningrado y New York como invitado, todo antes de 1926. En 1927 fue designado titular de la Opera Kroll de Berlín. Allí estrenó obras de Schoenberg, Weill, Janacek y otros, además de dirigir toda la inmensidad del repertorio sinfónico y operístico tradicionales. Tras recibir la medalla al Artista Alemán debió escapar del nazismo hacia Estados Unidos . Allí pasó hambre y otras privaciones, trabajando aisladamente en Los Angeles ( muchos de esos registros se preservan). Volvió a Europa en la posguerra para penar conduciendo orquestas poco relevantes. Había sido olvidado hasta que Legge lo volvió a la vida artística. Semiparalizado por la extracción de un tumor cerebral y sufriendo otros males fue un cabal ejemplo de la voluntad venciendo a la desgracia. También visitó exitosamente Buenos Aires. Esencial en su visión, por momentos agonístico, su paleta colorística era suya y sólo suya. Aunque algunos de sus tempi puedan objetarse, sus versiones siempre tienen el elevado interés que solo concitan los grandes.Muy recomendable una edición con sus escritos y la biografía en dos tomos de Peter Heyworth.
Discografía sugerida: el Holandés errante en vivo, su Fidelio con Hotter, las 9 Sinfonías de Beethoven en vivo, el Réquiem Alemán y sus registros (todos) en el Concertgebouw, además de sus legendarias y paradigmáticas traducciones de Bruckner y Mahler en diversos lugares. Para conocer al Klemperer testamentario visualmente, las Sinfonías de Beethoven en dvd.