jueves, octubre 25, 2007

Para abrir los ojos y la mente... [Capítulo 2]

LAS CRITICAS DE JORGE D’URBANO
“Un crítico que no opina es un contrasentido”. Esta sencilla sentencia definió el ideario del crítico musical mas sapiente, versado e influyente del siglo XX en Argentina. Muchas de sus notas las agrupó en un libro (MUSICA EN BUENOS AIRES, Ed. Sudamericana), pero decenas máas quedaron simplemente en los periodicos de la epoca. Tenemos en nuestros archivos más de seiscientas de esas piezas doradas y publicaremos muchas de esas gemas de valor perenne. Creemos que, como tributo a tan importante personalidad, ha llegado el momento de volver a poner a la consideración pública aquellos trabajos, pruebas incontrovertibles de un estilo sin compromisos que hoy estâ extinguido; y con un bagaje de conocimientos (además de una pluma singular) que pertenecen a una era dorada.

¿BEETHOVEN? · ¿FAURÉ?

ESTELINA EPSTEIN, pianista
Crítica escrita ca. 1951

Estelina Epstein, que el lunes por la noche se presentó en la Asociación Wagneriana, es una hábil pianista. Técnicamente posee un grado de suficiencia que hace su exposicion amena y variada. Tiene lo que en el lenguaje profesional ha dado en llamarse “buenos dedos”, una articulación clara,sonido elegante y de bastante calidad,y esa característica desenvoltura propia de los instrumentistas bien dotados para el ejercicio de su profesión.

Ademas, Estelina Epstein está llena de intenciones para con las obras que ejecuta, aunque con frecuencia esas intenciones sean notablemente extrañas y distintas a las intenciones del compositor. Toda vez que la obra es de fácil alocución y sin mayores problemas estilísticos, la aborda con gracia y soltura. Toda vez que hay que mirar debajo de las notas, se queda en la superficie.

Se acerca a una sonata de Beethoven con la misma despreocupación que a una sonata del Padre Soler. Y con todos los respetos, una sonata del Padre Soler se puede pensar con los dedos pero una sonata de Beethoven hay que pensarla siempre con la cabeza. Su versión de la op.31 nº3 fue de una superficialidad a toda prueba. Cometió el peor de los errores: tomó lo decorativo por lo fundamental. Los españoles dicen con botánica precision “el arbol no deja ver el bosque”. Por eso toca tan bien Villa Lobos y tan mal Fauré. Del primero ofreció con carácter de novedad “Tres Marías” y “Sesta na Sertao”, livianas, pintorescas, coloridas. De Fauré tocó el segundo Impromptu en fa sostenido menor con una despreocupación por la exactitud de los valores tan exuberante como impropia. Si hay algo en el mundo que rechace la efusión fácil y el lirismo barato, eso es la música de Fauré. Estelina Epstein –y debe decirse que no es la única, por cierto- convirtió a un músico de cámara en un músico de salón. Del maestro por excelencia de la medida y el equilibrio hizo una colección de lugares comunes. Tan comunes que tuvo que bisar la obra. De algún secreto e inexplorado lugar del piano extrajo una cantidad de acentos colocados tan arbitrariamente que transformaron la límpida y contenida prosa faureana en un discurso demagógico. Pero, mientras los instrumentistas insistan en no leer lo que está escrito, desaciertos de este tipo se seguirán oyendo por la eternidad.

Un reparo profesional. Es cierto que Vivaldi escribió muchas obras pero, por casualidad, nunca escribió un concierto para órgano solo. Lo que tocó Estelina Epstein es, presumiblemente, una transcripcion para piano de una transcripcion para órgano de un concierto para dos violines, violoncello y bajo contínuo. Si los musicólogos gastan la vida entre manuscritos y bibliotecas para poner las cosas en claro, ya es hora de que los intérpretes se preocupen en conocer los resultados y anuncien sus recitales con propiedad.

Jorge D'Urbano
1951




miércoles, octubre 24, 2007

Jorge D'Urbano [1917-1988]


Para abrir los ojos y la mente ...

LAS CRITICAS DE JORGE D’URBANO

“Un critico que no opina es un contrasentido”. Esta sencilla sentencia definió el ideario del crítico musical mas sapiente, versado e influyente del siglo XX en Argentina.
Muchas de sus notas las agrupó en un libro (MUSICA EN BUENOS AIRES, Ed. Sudamericana), pero decenas más quedaron simplemente en los periodicos de la epoca.
Tenemos en nuestros archivos más de seiscientas de esas piezas doradas y publicaremos muchas de esas gemas de valor perenne.
Creemos que, como tributo a tan importante personalidad, ha llegado el momento de volver a poner a la consideración pública aquellos trabajos, pruebas incontrovertibles de un estilo sin compromisos que hoy está extinguido; y con un bagaje de conocimientos (además de una pluma singular) que pertenecen a una era dorada.

“PERSONAL” y “TEMPERAMENTAL”
Crítica escrita ca. 1950
Orq. Sinfónica del Estado, SERGIU CELIBIDACHE

Las palabras “personal” y “temperamental” han hecho más estragos en la crítica musical que la ignorancia o la complacencia. Han inducido a error a masas enteras de público y han confundido aviesamente el fin con los medios. Se han aplicado y se siguen aplicando con minucioso desenfado para justificar el capricho o excusar la falta de una sólida formación profesional. De mil veces que se escribe que un intérprete es “personal”, novecientas noventa y nueve se quiere decir algo así: “Vea, el hombre es estrafalario y musicalmente muy objetable, pero nadie puede negar que tiene temperamento”. Y pocos se detienen a pensar en esa pirueta del idioma que consiste en hacer creer que el temperamento sirve para algo, aun cuando no se lo utilice en lo posible, para que nada sea objetable.

Anoche, en el Rex, se presentó ante nuestro público dirigiendo la Orquesta Sinfónica del Estado, el director titular de la Filarmónica de Berlín, Sergiu Celibidache, del cual se ha dicho y se sigue diciendo que es un artista “temperamental” y “personal”. Temperamento, si se juzga con los ojos, no le falta a Celibidache. Personalidad y enfoque original de las obras que dirige, tampoco escasean en él. A tal punto su enfoque es personal y original, que algunas de las obras que figuraban en el programa(que fue lo único que no reveló ni personalidad ni originalidad) suenan en sus manos como si fueran distintas de las que conocemos.

El hecho es que Sergiu Celibidache conquistó con su concierto un torrente de aplausos por parte del público y una catarata de alabanzas por la mayor parte de la crítica. Y posiblemente me hubiera conquistado también a mí si en cambio de oirlo me hubiera dedicado a mirarlo. En el podio tiene autoridad, apostura, energía, violencia, imperiosos ademanes, reductoras maneras y manifiestas cortesías con la orquesta. Le brinda al público un espectáculo de categoría y a la orquesta una amabilidad permanente. Pero, como alguna vez dijo un gran músico:”lástima que eso no suene”. Los que lograron escapar a ese hechizo de exuberancia y sugestion física y psicológica comenzaron pronto a descubrir cosas muy extrañas. Descubrieron, por ejemplo, que Celibidache está todavía en esa etapa un tanto elemental de la técnica de la interpretación, que consiste en confundir “crescendo” con “acelerando”, dos recursos expresivos que ya hace tiempo se han descartado como sinónimos. Descubrieron asimismo que Celibidache es incapaz de sostener cuatro compases seguidos en el mismo “tempo”; que la orquesta se le desequilibra en materia de sonoridad porque se dedica a forzar las voces internas como si fueran las principales, y a apagar las principales como si fueran las internas. [Alguien, ingenuamente asombrado, me dijo que nunca había escuchado el diseño de ciertos instrumentos en “El mar” como anoche. Y se me quedó mirando con estupor creciente cuando le respondí que si en una obra sinfónica se pudieran escuchar todas las figuraciones rítmicas y melódicas de todos los instrumentos, eso no sería una obra de arte sino un caos]. Hubo momentos en que Celibidache parecía creer que un acento es tanto más expresivo y eficaz cuanto más fuerte suena y se dedicó con tal empeño a sostener esta personal teoría, que la lógica y equilibrio del fraseo se subordinó al logro del más espectacular de los efectos.

Esto no quiere decir que Celibidache sea un improvisador. Por el contrario, tiene un real y efectivo comando de la orquesta. Como se dice “hace lo que quiere con ella”. La maneja con la misma seguridad y empuje de un maquinista que utilizara los más secretos y variados recursos de una locomotora para estrellarla contra los paragolpes de la estacion terminal.
Jorge D'Urbano
1950

domingo, octubre 21, 2007

El cambiante Daniel Barenboim

Oscar Wilde decía que el hombre que no cambia es un estúpido y Goethe dijo que el hombre que no tiene memoria es un tonto.

Las opiniones sobre el arte de Barenboim están divididas y es bueno que así sea. No todos los intérpretes gozan de unanimidad. Para algunos es un buen pianista, para otros menos interesante. Para algunos es un buen director, para otros es insípido. Afortunadamente, la adjetivación en idioma castellano establece muy bien la diferencia entre tener habilidades, poseer talento y ser un genio.

Daniel Barenboim recibió el crédito de tener habilidades (eso es unánime), a algunos les parece que tiene talento. Pero nadie se atrevería a proclamarlo un genio. Como buen lector de Oscar Wilde que debe ser, este intérprete ha ido cambiando. Entre los 20 y 40 años, los programas de sus conciertos  -- con su anuencia --  lo llamaban "pianista israelí". A partir de su renacido amor por el tango, se ha hecho llamar "pianista argentino". Esta diversidad de pasaportes es admisible y no llama la atención.  Lo que sí asombra y mucho es que ahora, dirigiendo su orquesta de la concordia en la Waldbühne de Berlín (construída por Hitler), diga que Wagner se revolvería en su tumba si lo escuchara hacer música en ese lugar. Este crítico cree que Wagner se debe haber revuelto en su tumba escuchando las insulsas interpretaciones wagnerianas de Barenboim en Bayreuth, un santuario wagneriano al que Barenboim llegó y utilizó varias temporadas sin aludir en lo más mínimo a movimientos post mortem del autor de Parsifal.
Claudio von Foerster

domingo, octubre 14, 2007

El Futuro del Teatro Colón en manos de este Señor


El Cambio ¿DÓNDE ESTÁ?

A lo expresado por Baltasar Rey quisiería agregar algunas palabras.

He leído la entrevista que en el diario La Nación (11/10/07) le hiciera la Sra. Verónica Pagés al Dr. Horacio Sanguinetti. El Dr. Sanguinetti ha sido designado, por el Ing. Mauricio Macri, próximo Director del Teatro Colón.

¿Debería sorprenderme que el Dr. Sanguinetti no sepa quién será el próximo Ministro de Cultura y que no se haya comunicado con las autoridades actuales del Teatro Colón? Sí, me sorprende porque seguimos navegando en las peligrosas aguas de la imaginación y la improvisación. Parecería que las disposiciones para los llamados a concurso ya no tienen vigencia.

Espero que el Dr. Sanguinetti sepa distanciarse de los adulones y ventajeros que nunca faltan y sepa recuperar al Teatro Colón, ámbito sagrado para los amantes de la música.


Albor de Burano






viernes, octubre 12, 2007

El Nuevo Director del Teatro Colón.


Fin de temporada. Hora de balances. Recuerdo vívidamente el reportaje a Cecilio Madanes, director de teatro y cine a quien habían designado Director del Teatro Colón (nada extraño el poner a los canarios con los patos en un país cuyos gobiernos hacen un culto de despreciar las jerarquías diplomáticas y nombran políticos venidos a menos como embajadores en el exterior...¿o acaso el ex Ministro López Rega no fue expelido del país por María Estela de Perón, alias Isabelita, como “embajador plenipotenciario?).

Volviendo al tristemente nombrado Madanes, se le preguntó cuál había sido, en su opinión, su máximo logro en el cargo. Muy suelto de cuerpo respondió:"Haber desterrado la corbata del Colón”. Más allá de la metáfora populista acorde con los tiempos que corrían, la tontera había sido sentenciada..., ante la falta de todo logro artístico.

Con escasas excepciones, el cargo de Director del primer coliseo, en los últimos cuarenta años, no ha dejado de ser “il boccato del cardinale” de los militares o políticos de turno.
Oscuros periodistas, directores de cine, otros de teatro o simples burócratas se han sentado en el codiciado sillón de Arturo Toscanini y Cerrito. A diferencia de la Wiener Staatsoper, el Covent Garden, el Met, la Opera de Chicago, La Scala y otras salas de renombre, por la dirección del Colón han desfilado indios y vaqueros, pero pocos especialistas.

Así se explica el declive en los últimos decenios de un Teatro que fuera ejemplo y meca dorada, al que hasta le han arruinado la inigualable acústica con refacciones pergeñadas por aficionados que seguramente requirieron de presupuestos que a más de algún travieso podrían haber enriquecido.
Como no podía ser de otra manera, el nuevo Jefe de Gobierno –afecto a las decisiones unipersonales dignas de grandes empresas propias o heredadas- ya parece haber ofrecido el cargo a un operómano: Horacio Sanguinetti.

De ser cierta la especie, es de esperar que no “acomode” a cofrades de su santuario; que archive las producciones colonísticas mejor de lo que ha preservado inmensos legados de discos donados al Nacional Buenos Aires con la eufemística nominación de Archivo Nacional de Música; que cancele inmediatamente las reformas edilicias en curso;... y que enseñe al Arquitecto Persic (corresponsable con él de un programa radial y chabacano responsable de las transmisiones de exteriores de Radio Nacional Clásica) a cultivar un estilo algo más formal y menos barato.
Empezando por estos menesteres, no abaratando las calidades musicales de las temporadas por venir y siendo administrador austero, seguramente podrá inscribir en la piedra de la historia (y no en arena) su nombre.
Baltasar Rey