WILLEM MENGELBERG solía decir que “tradición es la última mala interpretación que se recuerda”, mientras TOSCANINI pronunciaba: “Tradición es traición”. Bueno es recordar que ambos, grandes batutas con escuelas y criterios muy diferenciados, habían abrevado en el siglo 19 en el que las tradiciones musicales eran sacrosantas. Uno respetaba las tradiciones y el otro no, pero ambos las condenaban.
Por usos y costumbres, FELIX WEINGARTNER grababa las Sinfonías de Beethoven con las cantidades de músicos exactamente iguales a las usadas en cada estreno en tiempos del autor. Cosa muy saludable que, al menos, ponía al oyente imaginariamente en los tiempos del autor. Y TOSCANINI conducía las obras orquestales de Bach, Haydn y Mozart con orquestas relativamente reducidas, evitando las grandes masas sonoras ajenas a las épocas en que habían sido escritas.
Cosa curiosa: el dominio que estas dos batutas tenían de la música de cámara, por haberla estudiado y frecuentado, hace que en sus respectivas grabaciones del célebre Menuet (del Quinteto) de Boccherini, sus orquestas suenen como si realmente se tratase de un quinteto para cuerdas.
Hace unas tres décadas se pusieron de moda las interpretaciones en instrumentos de época. Todo con fines didácticos. Así asistimos a escolásticas grabaciones de Haebler o Badura Skoda en fortepianos, o a Ney tocando en el piano que fuera de Beethoven. Y a conjuntos orquestales dirigidos por Harnoncourt, Koopman y otros en instrumentos llamados originales. Renunciábase así al progreso que hubo en la construcción de instrumentos, como si -¡por moda!- se cruzaran los océanos nuevamente en barcos de vela en vez de usar los aviones...
Afortunadamente la moda pasó y solamente supieron sacarle el carácter de tal estudiosos ímprobos pero con buen criterio como Gardiner y Goodman, cuyos registros, por ejemplo, de las Sinfonías de Beethoven y Haydn respectivamente, pueden ser considerados definitivos.
Los aficionados y los entendidos parecen preferir escuchar a Mozart por Gieseking, Lili Kraus, Rudolf Serkin o Anda en pianos modernos que por otros en chatos y limitados fortepianos. Se valora más el clave retocado de Landowska que el original de Leonhardt. Y en cuestiones orquestales no hay dudas: los instrumentos de época han terminado por aburrir el oído de las gentes.
Toda la corriente “originalista” ha caducado, por fortuna. Una vez, al menos, ha quedado bien diferenciada la moda del uso y costumbre.
Claudio von Foerster
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