lunes, septiembre 21, 2009

Tradición, plagio y demás asuntos



Recital de Piano
Chopin, 2 scherzi, Vals, Polonesa 6, Mazurcas
Liszt, sel. de Estudios Trascendentales
MARIAN SOBULA, piano
Festival Chopiniana
11 de septiembre de 2009 en el Palacio Paz,
Buenos Aires.


Dos enemigos irreconciliables en la vida y el arte, Mengelberg y Toscanini, coincidieron -empero- en definir su visión de “tradición”: respectivamente dijeron “tradición es la última mala interpretación” y “tradición es traición”. Como se ve, el terreno es lo suficientemente farragoso como para discursear aquí y ahora.
Pero es evidente que la “gran tradición” polaca de interpretar a Chopin ha desaparecido, pulverizada como por un sismo, si recordamos a sus señeros exponentes que hemos podido escuchar desde principios del siglo XX: Kocsalski, Michalowski, Paderewski, Friedman, Rosenthal, Hofmann, Rubinstein, Stefan Askenase son ejemplares testimonios -entre otros- de cómo tocaban a Chopin los polacos de antaño. Czerny Stefanska, Zurawlew, Stefanski, Hesse Bukowska y compañeros de ruta los sucedieron, con menos vuelo, con menos sutileza, con menos imaginación, con más textualismo y casi nada de refinamiento. Comienzo de la degradación. En suma, si hubo una tradición polaca de tocar a Chopin, ha desaparecido en manos de los pianistas que siguieron a los viejos patriarcas; y los que tocan hoy -que (como mínimo) debieran armarse de un buen archivo discográfico para saber cómo tocaban sus gloriosos compatriotas- no se quedaron atrás en una meticulosa labor de destrucción de un estilo.
Dicen que quienes copian a alguien, plagian..., y quienes plagian a muchos investigan. Considera quien éstas líneas escribe, que citar a quien se está copiando no es plagio, sino tomar referencia. Pues bien: el decano de la crítica musical local y sudamericana, homenajeado en nuestros espacios reiteradamente, Jorge d’Urbano, la emprendió contra un pianista (que llamaremos X) que golpeaba su instrumento en la década del cincuenta, con frases como las que siguen:
"La construcción de los pianos modernos es un verdadero alarde de sutileza combinada con el máximo de resistencia. Los fabricantes han llegado a producir instrumentos tan asombrosos en su variada capacidad, que pueden registrar un pianissimo de Gieseking y, a la vez, cosa que es materia de posible incredulidad, aguantar un recital íntegro de X que anoche fue presentado al público de esta ciudad...; ...lo de anoche no fue un concierto, fue un concurso de resistencia entre un Steinway y un pianista decidido a demolerlo...;...con todo mi respeto y admiración por Steinway, creo que X cuando finalizó el programa, estaba a punto de vencerlo ... ; ... forzar la sonoridad natural de un instrumento es la fórmula más directa para hacerlo sonar mal y crear un ambiente de cosa exterior y superficial...”.
Definir el recital de SOBULA puede ser hecho en dos líneas: se trata de un aporreador al estilo Volodos que desconoce olímpicamente cómo los grandes de siempre tocaban a Chopin y que en Liszt -que le sentó algo mejor- anduvo por sendas parecidas. A pesar suyo, el Blüthner resistió...
No es nuestra labor dar consejos, sino simplemente verter opiniones. En este último terreno diría que un pianista que gradúa sus volúmenes en una sala tan pequeñita como ésta como si estuviese tocando en el NHK Hall de Tokio, sencillamente, no tiene remedio. Y colorín-colorado, esta pesadilla ha acabado.
Claudio von Foerster

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