De Oceanía con talento
PERCY GRAINGER (1862-1961), australiano respetado y amado por dos o tres generaciones de melómanos, es más recordado hoy por sus triviales composiciones que por la mayoría de los muchos discos y rollos que hizo. Tomó lecciones con Pabst, Kwast y Busoni; ya a los 18 años realizaba giras de conciertos por Inglaterra, Sudáfrica y su natal Australia. Parafraseando a Slominsky, “la filosofía de vida y arte de GRAINGER apela a la más amplia comunión de gentes y opiniones; su profundo estudio de la música folklórica subraya la estructura melódica y rítmica de su propia música; hizo un esfuerzo concreto para recrear en la música el libre fluir de los cantos de la gente; en forma modesta fue un pionero en la música electrónica; ya en 1937 escribió su cuarteto para instrumentos electrónicos, anotando la tonalidad en curvas y zigzags...”
Fundó un museo en 1935 en Melbourne, en el que se guardan todos sus escritos, manuscritos y recuerdos. El colmo de su inmodesto delirio le llevó a disponer que, después de muerto, el esqueleto de su cuerpo (removida la carne y órganos) fuese a parar a dicho museo, lo cual fue rechazado (yace en una fosa tradicional). Fue todo un personaje. Muchos de sus colegas y críticos se sonreían al hablar de él, pues proclamaba hábitos personales muy llamativos, comenzando (hace mucho tiempo esto era una novedad... ) por ser vegetariano. GRAINGER fue tan individualista en su generación como GLENN GOULD posteriormente. Amigo de Grieg y admirado por éste, hizo un “caballito de batalla” de sus interpretaciones del Concierto enLa menor. Las obras para piano de este autor que dejara en discos quizás son solamente superadas por las de Gieseking o Joyce. El Concierto en La menor que grabara en rollos se utilizaba en su ausencia en grandes salas para ser acompañado por orquestas y directores diversos, como era uso y costumbre en la era de los pianos mecánicos. Su grabación en estudio de la misma obra es buenísima. Su estilo en otros autores es siempre demasiado personal y errático (Schumann, Chopin) aunque los Estudios Sinfónicos son soberbios. Por personalidad, merece conocerse algo más a este pianista. Pero no da, en modo alguno, el cuadro de un pianista de esos que entran en la historia en forma indeleble.
Un precursor
EDUARD RISLER (1873-1929), nacido en Alemania y formado en Francia (también estudió a Beethoven junto a D’Albert), no tiene la mayoría de las características de los pianistas franceses, acaso por la influencia de sus estudios con Liszt y Stavenhagen. Después de todo, las influencias catalanas y vascas de Casadesus y Nat (respectivamente), la formación alemana de un Gieseking (francés por el accidente geográfico de su nacimiento) y Cortot (suizo) ratifican el yerro de quienes proclaman a estos pianistas como franceses ... Su amor por Wagner le llevó a ser director escenógrafo en el santuario de Bayreuth y hasta redujo para dos pianos la partitura de Los Maestros Cantores, que solía ejecutar a menudo con su amigo Cortot. Ya en 1906 tocaba el ciclo completo de Sonatas de Beethoven, asombrando al público por su rango sonoro de inusual variedad. Lástima, teniendo en cuenta estas características de su pianismo, que no nos haya quedado en discos su versión de “Till Eulenspiegel”, la que debió haber sido toda una experiencia. Lo que ha quedado grabado de RISLER es exasperantemente breve: un solo movimiento de la Sonata No. 18 y el Segundo Movimiento del Concierto Op. 58 de Beethoven (haciendo RISLER las partes de piano y la orquesta en arreglo) nos presentan (en discos) a un artista delicado, sensible, con un sonido del tipo del de Gieseking en el pianissimo y una articulación tan clara que puede saborearse a pesar de la deficiencia de las tomas. Cosa curiosa, pues son de 1917, fecha en que otros pianistas ya contaban con mejores técnicas de grabación. La Rapsodia Húngara No. 11 de Liszt es poderosa, aunque de las versiones de aquellos tiempos preferimos a PUGNO. Para muchos, fue RISLER el primer pianista en ejecutar el integral de Chopin, lauro que algunos agentes de conciertos le concedieron a Brailowsky. Entre sus alumnos citaré a Jacques Fevrier, Pierre Luboschutz (recordado por el dúo junto a Genia Nemenoff) y Marcel Gaveau. Si el segundo de ellos actuó casi solamente como duettista, los otros dos no parecen haber recogido el manto de una forma de tocar el piano que fue muy particular, en especial por su hondo sentido descriptivo. Los discos de RISLER con miniaturas clavecinísticas de Rameu, Dacquin o Couperin, parecen sólo emulados por Marcelle Meyer y una de las Danzas de Granados recibe una traducción españolísima ... Los músicos no están exentos de hábitos gastronómicos muy peculiares: ¡Percy Grainger era un delgado vegetariano y RISLER murió antes de cumplir los 60 años por gula!
Gran Música en Pequeñas Formas
ALFRED GRÜNFELD (1852-1924) nació en Praga y tuvo el honor de tener amistad con Brahms. Lamentablemente, la vasta cantidad de discos que grabara contiene naderías musicales o transcripciones intrascendentes y obras propias casi sin valor musical. GRÜNFELD ya grababa para Emil Berliner en 1899 y en pocos años hizo más de 120 títulos. De todas formas, sus transcripciones con música de Schubert carecen del supremo buen gusto, refinamiento y posibilidades instrumentales que tienen las de Liszt o Von Dohnanyi y nunca excedió GRÜNFELD la categoría de (excelente) pianista de salón, lo cual había asumido con tal nobleza y no pretendiendo evadir jamás esta condición a la que muchos aludían peyorativamente. En estos días en que nos someten a escuchar a “pianistas de salón”, porque en aquellos recintos lo básico era el buen gusto, del cual los pianidactilógrafos actuales en general carecen. Además de sus transcripciones, escribió una opereta en 1903 y una ópera cómica en 1907, hoy fuera de repertorio. Acaso las mismas hayan tenido el sabor vienés que tanto cautivaba a su autor. ¿Aquellos que realizan enésimas grabaciones de operetas de Strauss y Léhar: podrían llevarlas a discos? De sus discos, las transcripciones de Strauss son muy sencillas en la escritura y carecen acaso del gran virtuosismo que poseen las de Rosenthal, Godowsky o Schulz-Evler. Pero, tocadas por el propio GRÜNFELD, son joyas de archivo.
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