Programa: Bartok, Suite, Op.14; Kodaly, Meditación sobre Debussy;
Tchaikowsky, Gran Sonata en sol mayor; Liszt, Años de Peregrinaje (Suiza): En el lago de Wallenstadt, Al borde de una fuente; Liapunov, Dos Estudios Trascendentales: Canción de cuna, Lesghinka.
DANIEL GLOVER, piano
24 de junio de 2011 en el Museo Fernández Blanco, Buenos Aires.
Quisiera comenzar recordando que ya hicimos critica de este pianista por lo cual sugiero ir a la referencia del 25 de agosto del 2008 publicada en La Danse de Puck.
La Suite Op.14 de Bartok no es de sus obras más importantes, pero sí de las más tocadas. La improvisación de Kodaly casi no se escucha en público. Los representativos Años de Peregrinaje suelen oirse más en discos que en salas. La Sonata en sol mayor de Tchaikowsky, típica de la escritura de su autor, es eludida a menudo por su longitud desmesurada así como por su carencia de ideas (técnicamente ardua, no es invencible empero). En cuanto a Liapunov, intentó remedar a Liszt escribiendo 12 estudios trascendentales que están a distancia sideral de los del autor del Mefisto. Con 10 años de diferencia, Louis Kentner las grabó en forma completa y permitió que fueran más conocidos.
Daniel Glover parece habernos retrotraído a los conciertos-conferencias que Alfred Cortot ofreciera tan a menudo en el salón La Argentina y en el Teatro Odeón a principios del siglo pasado. Es una hermosa costumbre que el pianista, si es didáctico, explique el asunto que va a abordar. En la oportunidad, las traducciones, las realizó Valentín Surif.
Hace unos años, ocupándonos de Glover, elogiábamos su Liszt y criticabamos sus rusos. Como el mundo da vueltas, en la oportunidad presente elogiamos sus rusos y criticamos su Liszt. Primero con los húngaros: Bartok recibió una traducción excesivamente percusiva como el compositor no quería que se tocara el piano (basta con escuchar a Bartok en sus grabaciones para comprender lo antedicho). Kodaly, estuvo magníficamente ejecutado. Liszt ha sido, desde el piano, acaso quien más y mejor se ocupó del agua; lo que Glover no comprendió es que tanto En el lago de Wallenstadt como Al borde de una fuente, se trata de aguas calmas, no turbulentas como El Mar de Debussy o la Scheherazade de Rimsky-Korsakov. Su traducción de Armonías de la Tarde que si no me equivoco, no estaba en el programa fue impetuosa y los arpegios carecieron de belleza tímbrica. Lesghinka era el Estudio preferido de Braikowsky. Y, Glover acertadamente en su charla previa lo emparentó y lo asemejó a Islamey de Balakirev, el caballito de batalla inabordable de Simon Barer. Glover tocó el Estudio de Liapunov como para levantar a un muerto y haciéndolo, levantó la obra.
Fuera de programa, interpretó un mes de las estaciones de Tchaikowsky.
Resultó muy grato asistir a este recital. Una guía muy conocida le pone estrellas a los lugares de comida. No sabemos que significa cada estrella y por qué son 5 el máximo. Si hubiera que calificar por estrellas a un pianista, de seguro que sería más: por aplomo, por comunicatividad, por eficiencia mecánica, por memoria, por encuadre estilístico y así siguiendo. Es preferible el más doméstico libro de cuentas al que aludiera simpáticamente Jorge D’Urbano: la página izquierda para el Debe y la página derecha para el Haber. En ese caso, diríamos que Glover nos debe a los románticos, clásicos y barrocos, y también un poco más de sosiego en sus versiones. En el Haber, virtudes técnicas e interpretativas, incluyendo la osadía de armar programas no convencionales y no fáciles para el público, que cuando duda en el aplauso es que no tiene idea de si terminó la obra.
En suma, jornada atractiva ofrecida por un pianista eficiente en un piano deficiente.
Claudio von Foerster
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