Programa:
Haydn, Sonata Nº38 ; Chopin, Selección de Mazurcas ; Brahms, Piezas Op.76 ; Janacek, Piezas para piano ; Liszt, Suiza (de Años de peregrinaje) LIBOR NOVACEK, piano Festival Chopiniana, 6 de septiembre de 2008 en el Teatro Santa María.
Poco importaría detallar biográficamente con quién estudió, dónde ha tocado hasta ahora, con qué orquestas y directores, o los lauros que obtuvieron sus discos. Porque se percibe de lejos que el señor Novacek es un pianista nato, con facilidad natural, sencillez de expresión y muy respetables medios.
Reconforta ver cómo arma sus programas, pues es un indicativo de las zonas del repertorio que gusta frecuentar. Alivia comprobar que la era de “pianidactilógrafos” tiene otra excepción. Es grato que un intérprete joven tenga buen gusto, que evite la espectacularidad artificiosa y, sobre todo, que no parezca perder control en los momentos de real exigencia mecánica.
Y es de deplorar la escasa asistencia a este Festival. Ya pasó con Wunder. Y bueno, como diría mi venerable abuelita :"Ellos se lo pierden"...
De todas las Sonatas de Franz Josef Haydn, esta en Fa es una de las más bellas. Ya decíamos recientemente que se trata de más de seis decenas de gemas que anticiparon a Mozart, Clementi y Beethoven. Construida en los tres movimientos clásicos, demandan fantasía al tiempo que rigor en quien las aborde. Novacek la supo desbrozar con buenos tempi (acaso el Presto pudo ser más rápido, pero como su articulación fue impecable, el detalle de la velocidad fue secundario),el caudal sonoro adecuado y una policromía llamativa. A guisa de mera referencia, diremos que no se atuvo a las repeticiones indicadas ni –en el segundo movimiento- a la ornamentación que prescribe el Urtext. Mas esos detalles no comprometieron la valía de la versión.
Evidentemente, las Mazurcas chopinianas son miniaturas solamente en la extensión. Ya decía el compositor que eran sus creaciones más complejas: en tempo, en acentuación, en el redondeo de la forma. Al insuperado recreador de estas piezas, Ignazy Friedman, le preguntaron cómo las tocaba tan bien y respondió: "Porque las bailaba de niño". Al otro supremo en el género, Moritz Rosenthal, le formularon la misma pregunta y contestó mordazmente "Porque nunca las he bailado". Elusivas respuestas de ambos pianistas para elusivas obritas que piden más que buen gusto y buenos medios. Novacek, fue evidente, no pareció sentirse cómodo en ellas y las tocó en rígido ritmo de vals. Chopin mismo las ejecutaba tan distintivamente que, estando escritas en tres tiempos, cuentan que parecían tocadas en dos, por los acentos.
La primera colección de piezas de Brahms, su op.76, es muy poco escuchada y relativamente poco disfrutada en consecuencia. Son obras variadas y escritas en el lenguaje que el autor más recorría, lejanas de los op. 116, 117, y siguientes. El pianista las presentó convincentemente, aunque quizás con un sonido brahmsiano demasiado delgado.
Descolló en las obras de Janacek, tan poco tocadas en esta ciudad desde los tiempos de Firkusny. Y tuvo su climax en el cuaderno suizo de “Años de peregrinaje”, en el que supo recrear las aguas de “Al borde de una fuente”, así como la tormenta de la más difícil de las piezas, “Orage”, una verdadera obra de resistencia. Hubiésemos deseado escucharle en “El valle de Obermann”.
Fuera de programa, una estupenda e impulsiva traducción de la “Danza ritual del fuego” de Falla.
Claudio von Foerster
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