lunes, septiembre 22, 2008

Segundas partes ¿nunca fueron buenas?

Recital de piano
BACH/BUSONI & BACH/HESS, Corales ;
MOZART, Sonata KV330 ;
BEETHOVEN, Sonata Nº 32 ;
CHOPIN, 24 Preludios
DANIEL WNUKOWSKI, piano

Festival Chopiniana
10 de septiembre de 2008
en el Teatro Santa María


Los pergaminos y los maestros de este artista suenan irreprochables. Pero el escenario es otra cosa. Salvo excepciones, un tablado esquivo y peligroso en el que a veces se trastabilla, otras se anda fluidamente y otras puede uno caerse.

El programa, convencional pero atractivo, permitió juzgar a un intérprete a partir del barroco (transcripto), el clasicismo y el mundo romántico. Los dos Corales, muy conocidos, sirven para comenzar un recital y entrar en calor, porque para juzgar cómo se toca a Bach existen 12 Suites, 7 Partitas, 30 Invenciones, 48 Preludios y fugas, Variaciones, Caprichos y otras docenas de obras. Wnukowski abordó los trabajos de Busoni y Myra Hess (¡lástima no haber tocado la transcripción de Harold Bauer!) con encomiable corrección y poca inspiración. Luego saltó a una conocida Sonata de Mozart, en Do mayor. Como hubiese dicho Richter, "mucho no ha de gustarle, pues no respetó una sola repetición"...; la tocó en forma algo desprolija y con expresiones de romanticismo fuera de estilo. El Mozart de Horowitz es preciosista desde lo pianístico y detestable desde lo estilístico. Por eso, para emularlo hacen falta sus medios y estética sonora (que Wnukowski no tiene) y la sobriedad de la que aquel carecía en este autor y que también le faltó al pianista en esta oportunidad. Las imitaciones suelen transformarse en caricaturas. Bien o mal hechas, pero deformaciones al fin. Por otra parte, problemas de los copistas de aquellos tiempos, en Mozart siempre difiere la primera edición de la segunda o de Artaria, pero hoy se consiguen textos incuestionablemente originales, a los que debería atenerse un pianista.

Cree este crítico (ello es discutible, por cierto) que para llegar a la sabiduría de la Sonata Op. 111 de Beethoven debe de haberse transitado previamente por otras muchas de las 32. Ignoro si el Señor Wnukowski lo hizo, pero no me dio la impresión de conocer mucho a Beethoven. Me desconcertó, debo decirlo, que tras un primer tiempo "lavado", por momentos desprolijo y totalmente superficial haya vertido la Arietta con variaciones en forma tan bella y sentida.

Acaso los Preludios Op. 28 de Chopin, por intrincados que sean, no deban considerarse su obra más difícil. Lo mismo sucede con el Carnaval de Schumann. Mas ambas son terriblemente complicadas para darles unidad. A los Preludios, Arrau los visualizaba de a pares, como pregunta y respuesta ; Moiseiwitsch y Cortot dando redondez a partir del fraseo y los colores; y otros pianistas más modernos, mediante tempi osados y objetividad expresiva. Fue esta obra lo mejor del recital, una versión ejemplar y de alzado vuelo instrumental (lo que uno no auguraba, prejuiciosamente, tras el primer tiempo de la sonata de Beethoven). En fin, que –contradiciendo al refrán- la segunda parte fue realmente buena. Tanto como la difícil y efectista Marcha Nupcial de Mendelssohn transcripta por Liszt, que el pianista tocó fuera de programa.
Claudio von Foerster

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