viernes, junio 20, 2008

Sociedad feliz

Liszt, Concierto para piano y orq. Nº1
Bruckner, Sinfonía Nº9
Orq. Filarmónica de Bs.As.,
Director FRANZ PAUL DECKER
Solista CHANG WUNG
En el Teatro Coliseo,
19 de junio de 2008


Obviamente y como cada crítico es cronista de los tiempos que le tocan vivir, me apresuro en aclarar que el título no alude a nuestra sociedad actual, dividida, herida, disconforme y convulsionada por la cotidianeidad. Se refiere, simplemente, a la unión ocasional sobre un escenario de un pianista y un director separados nada menos que por unos casi setenta años de edad. Y unidos por la musicalidad y la honradez para servir a la diosa Melos.

Decker, quedó dicho la semana pasada, vive un presente rico espiritualmente y calmo intelectualmente, apoyado en una carrera trabajada con honestidad y capacidades auténticas. Cuando debutó en esta ciudad en 1963 dirigió la 8va de Bruckner y recordamos, repasando nuestro archivo, haber escrito “de madurez, profundidad y sencillez”. Tales adjetivos, 45 años más tarde, son aplicables a su trabajo en la 9na.. Para muchos (no para quien escribe) la más importante sinfonía bruckneriana, escrita tras debatir consigo mismo por nueve años, e inconclusa. Es incierto si el misticismo del compositor le conducía a vías muertas o el fantasma “de la 9na.” (de Beethoven) le perseguía. Mucho se argumentó a partir de una costumbre decimonónica de concluir las ejecuciones con el Te Deum (a manera de movimiento final) y de otro hábito imprudente, el de completar las páginas inconclusas. Los tiempos posteriores a los años 40 del siglo pasado, finalmente, optaron por la purificación consistente en presentar la obra en su forma original.

Aún para el director más avezado, esta sinfonía presenta el problema del ascetismo y el de la forma. Decker la dirigió con autoridad y sobrado conocimiento. Sin abaratar los recursos expresivos transformó una partitura difícil para el auditorio en una integridad comprensible y disfrutable. Para ello, contó con una orquesta disciplinada y eficiente que le respondió cabalmente.

El joven Wung tiene la eficiencia pianística de todos los orientales que hemos frecuentado desde el legendario Fu T’song, quien acaso haya sido el primer pianista chino en trascender a occidente, hace cuatro décadas o más. Su mecanismo es impecable, tiene arrojo e ideas claras. Un sonido opulento en volúmenes altos y grato en los bajos, buenos dedos y muñecas ágiles pueden hacer un cocktail meramente mecánico si no se le agregara musicalidad. Que no es su caso, pues todas sus intenciones hicieron que el virtuosismo instrumental estuviera al servicio de intenciones sanas. Solamente le cuestionaría una forma enfática de decir en algunos (no en todos) los recitativos. Aunque jamás cortó la fluidez del discurso, estuvo a un peldaño de hacerlo. Decker le dio libertades lícitas y lo siguió cabalmente en velocidades riesgosas, que el pianista eligió sin fallar. En suma, Wung brindó un Liszt musical, virtuoso y atrapante.

Dos reproches menores para los integrantes de la sociedad feliz. Acaso hubiese sido deseable que el concierto comenzara con una breve obertura. Este es para Decker. Y seguimos censurando a los solistas que, llevados por el entusiasmo de la ovación, tocan bises (anoche fue un afectado Albéniz) con el director y más de ochenta profesores escuchando en ubicación privilegiada. Lo que es recompensa para el auditorio puede tomarse como desconsideración hacia los colegas.
Claudio von Foerster

1 comentario:

Anónimo dijo...

Quienes fuimos oyentes de los memorables ciclos radiales que transmitiera Claudio von Foerster, seguimos desde este exquisito e inigualado blog leyendo sus, también, memorables críticas. Mariano