lunes, septiembre 22, 2008

Ineludibles críticas al hombre y elogios al músico










De no haber estado tan vinculado, personal y -al parecer- ideológicamente al nacionalsocialismo, CLEMENS KRAUSS (1893-1954) sería hoy más valorado como músico, más difundido, más escuchado. Se sigue haciendo hincapié, en el siglo 21, en los músicos que debieron emigrar de la esvástica, entre las batutas los no judíos Busch y Kleiber, los judíos Walter, Klemperer (converso) y Blech por solamente citar a los más renombrados. Y se sigue criticando a quienes se quedaron en sus países natales aún después del advenimiento de los nazis, como von Karajan, Furtwängler, Boehm, Jochum, Keilberth, Mengelberg, Knappertsbusch, Kabasta o Krauss [ver foto inédita arriba]. Tomaría relatos más extensos abordar cada caso en particular. Están en el grupo antes mencionado los afiliados al partido por conveniencia (¿Strauss, von Karajan?), los de convicción (¿Kabasta, Krauss?), los que no tuvieron nada que ver (Furtwängler, Mengelberg), los perseguidos pero no expatriados aunque segregados a las sombras (Knappertsbusch), los que fingieron no ver ni escuchar nada sobre política y así siguiendo... ; claro, el “racconto” es fácil hacerlo ahora, medio siglo después.

Lo que más asombra, empero, es que jamás se mencionen los casos análogos acaecidos bajo el stalinismo: el comunismo, al parecer, goza de mejor prensa que otros regímenes tan crueles y depredadores como él. Hubo en la URSS censura artística, compositores adictos y otros prohibidos, músicos favorecidos y otros raleados: de eso no se habla...

Lo cierto es que, disquisiciones aparte, Krauss era un músico de primer rango, con técnica impecable, ideas artístico interpretativas valiosas, de un notable repertorio y mucho renombre, que grabó muchos y muy buenos discos hoy casi olvidados, con sectores de la literatura orquestal en las que cuesta imaginarlo superado, como la música ligera vienesa (él era vienés) y la de Richard Strauss. Claro que también, por ejemplo, descollaba en la ópera y en el clasicismo.

Aprendió a leer música antes que a leer textos y ya debutaba en 1913 en Brno a edad, como se ve, temprana. Algunos sitios de su carrera, por aquellos días, le encuentran en Riga (1913-1914), Nüremberg (1915-1916), Stettin (1916-1921), Graz (1921-1922) y Viena hasta 1927 colaborando con Schalk e independientemente. En Frankfurt, simultáneamente, de 1923 a 1927 y en el festival de Salzburgo desde 1926 a 1934. Esta agenda muestra el ritmo febril de sus actividades antes de cumplir cuarenta años.

Visitó Sudamérica ya en 1927 y los EEUU dos años después. Sucedió con poco éxito a Kleiber en Berlín y tuvo grandes sucesos en Munich y Viena, donde accedió a la Filarmónica. Debutó en Londres en 1934 y volvió en el 47, curiosamente desnazificado antes que Furtwängler. Dirigió mucho y bien en el Covent Garden y Bayreuth. Su Rosenkavalier era rutilante. Estuvo asociado por años personal y musicalmente a Strauss, fue el libretista de Capriccio y se especializó en su obra.

Finalmente, murió en Méjico. Se puede leer a Wooldridge (Conductor's world) hablar del tema político, escribiendo que Krauss se afilió al partido en 1938 pero ayudó –lo que está documentado- a muchos perseguidos, salvándolos de una segura muerte. En general se dice que apoyaba la idea pero no los métodos. Cuando los soviéticos invadieron Austria fue designado por el comandante a cargo para dirigir el primer concierto de post guerra, pero otro jerarca de los cuatro poderes ocupantes lo vetó por haber discutido con el mismísismo Führer la construcción de un teatro de ópera. En su tiempo se dijo que Hitler en persona sugirió su nombre para la sucesión de Kleiber. También es cierto que Krauss corrió a reemplazar a Toscanini cuando éste renunciara a Salzburgo.

En apretada síntesis: Krauss era un nazi convencido que ayudó a víctimas del régimen y un oportunista que, como Strauss, aprovechaba todas sus posibilidades de trabajar. Porqué los vencedores le perdonaron con tanta premura sigue siendo un misterio...

En su obituario, el New York Times manifestó que su desnazificacion en 1946 probaba que ni había estado afiliado al partido ni era pro nazi(¿?).

Recomendamos, de su discografía, Parsifal, El holandés errante, la Tetralogía, la Missa solemnis, cualquier obra de Richard Strauss (ejemplares versiones) y la música ligera.

1 comentario:

pipino dijo...

Es verdad. Clemens Krauss es de los más grandes, para mí el más, y sus versiones de Salome o Die Schöpfung, por ejemplo, son insuperadas y , tal vez, insuperables. El mezclar apreciación artística con implicación ideológica sigue siendo, como en otros campos, una ley de embudo. Pasa lo mismo en otros campos. En España, la víctima de proyección mortal fue el pobre Lorca, probablemente más por tirria personal que por ideología (aunque eso fue la esencia de esa guerra, bien pensado, de cuya muerte no se conocen las circunstancias exactas, pero sí se conocen las de Maeztu o Muñoz Seca. Y además después de muertos siguen siendo apestados por la gente que yo llamo del "fanatismo tranquilo y ejemplar" En fin, que Krauss o Furtwängler o Böhm o Jochum o Mengelberg son grandes como Kleiber y preferiría que no se recordase más lo otro al entrar en valoraciones y que la gente que no sabe de música no se metiera a valorar en este mundo con apreciaciones que, además, son etiquetas institucionalizadas.