Programa:
Gabriel Fauré, 2 Nocturnos; Ravel, Espejos; Chopin, 2 Baladas, 4 Mazurkas, Scherzo Nº2
DANG THAI SON , piano
17 de septiembre de 2008 en el Teatro Santa Maria, Festival Chopiniana
La presentación en Argentina de este pianista vietnamita repara su accidentada visita de 2007, en la que no pudo tocar a raíz de una imprevista enfermedad. Su presencia deja aristas de interés y puntos objetables.
Lo cierto es que este multi laureado instrumentista tiene la misma solvencia mecánica que usualmente, y casi sin excepciones, se les reconoce a los pianistas orientales de Fu T’song a nuestros días. Criterioso rango dinámico, buenos dedos, partes del recital exhibiendo claridad conceptual y un mundo sonoro-en general- atrayente. Pero poca individualidad.
Fauré parece haber caído en el olvido de los pianistas durante el último medio siglo, salvo algunos que han seguido ocupándose de pequeñas piezas sueltas; o especialistas en su obra integral. Su mundo autoral está pleno de sutilezas, insinuaciones y fantasía y es realmente un compositor difícil de tocar, aunque sus brevedades sugieran lo contrario.
Los Espejos (“Miroirs”) de Ravel están presentes en el repertorio pero, comúnmente, a través de algunos de sus números: a incontables versiones de Alborada del gracioso y Valle de las campanas se opone la virtual ausencia de las restantes piezas de la colección.
Dang Thai Son supo presentar a Fauré con la suma de inventiva y recursos sonoros; y a Ravel con vuelo y exquisitez sugerente. Sus tempi fueron arrojados y la música brotó entre sus dedos sin el mínimo trazo de dificultad.
Si el recital hubiese terminado allí, hubiese rayado la suprema excelencia. El problema es que hubo una segunda parte y que estuvo íntegramente dedicada a Chopin. Y sabido es que, entre muchos compositores difíciles como Mozart, Schubert o Schumann (por dar unos pocos ejemplos), la música de Chopin es tan difícil por lo que demanda que un intérprete haga como por lo que le pide que no haga. Es la indisciplina romántica con reglas, la libertad con respeto a la métrica, la sutileza sin renuncios ni blanduras, los ritmos exactos, amén de los requerimientos digitales. El pianista tocó las obras sin estar inmerso en ellas, las tocó sin interpretarlas, las tocó sin un sello personal y distinguible (¿alguien podría confundir a Rubinstein, Friedman, Brailowsky o Horowitz en Chopin?) : sin excesos pero con exageradas reservas, sin extralimitaciones pero con fronteras expresivas.
En fin, que en esta parte del repertorio, al menos en la oportunidad, fue poco interesante.
La pregunta a hacerse es común en el firmamento pianístico actual:
¿ podrá Dang Thai Son ser distintivo y distinguible alguna vez?, ¿o será uno más?
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