Programa:
FRANCK, Preludio-coral y fuga ;
CHOPIN, Selección de Estudios ;
LISZT, Rapsodias húngaras 11 y 13;
RACHMANINOV, Selección de Preludios.
ELSA PUPPULO, piano.
8 de octubre de 2008 en el Teatro Santa María.
Festival Chopiniana.
Desde su regreso de Europa, hace ya varios decenios, la carrera de Elsa Puppulo se ha consolidado con firmeza: solidificó sus medios, amplió el horizonte de su repertorio y creció musicalmente. Ha hecho nuevas giras al exterior y, a partir del Colón, ha tocado en salas capitalinas y de todo el país. Claro, no ha organizado ágapes para los críticos (que yo sepa), no se ha codeado con el poder de turno ni ha hecho alpinismo artístico, esto es trepar y trepar como se pueda. Ni tuvo el raro privilegio social de comer en televisión con una conocida septuagenaria conductora.
A una reconocida instrumentista que, por ejemplo, ha tocado el difícil integral con orquesta de Rachmaninov, los Conciertos de Brahms, Liszt y Bartok, las Diabelli y las Goldberg, entre otras cosas, nunca la ha contratado el elitista Mozarteum, ni la Wagneriana, ni Amigos de la Música, ni Festivales Musicales ni otras hoy desaparecidas asociaciones musicales siempre reservadas a los amigos locales. Evidentemente, o Puppulo está mal representada, o no ha sabido coquetear con quienes disponen del poder para elaborar los planes musicales en este bendito país. O este poder, como cree este crítico, sencillamente está en manos de obtusos e ignorantes, o algo peor...
Por eso resultó edificante su participación en Chopiniana, un festival hecho a pulmón y sin demasiada publicidad. Que cada miércoles ofrece un recital en una sala pequeña; y que ha traído a muchos pianistas interesantes del exterior. El Preludio, coral y fuga de Franck explota recursos sonoros y tímbricos excepcionalmente difíciles y transita por el misticismo de su autor. Es una obra poco accesible al público pero enriquecedora desde donde se la contemple o escuche. Puppulo la vertió con sentido de unidad y calidez . Supo transitar comprensivamente por el desarrollo del Preludio, por el recogimiento del Coral con fraseo elevado y también plasmó con sencillez una fuga que, por reiterativa, suele ser aburrida si no se la camina en el tempo adecuado. Además, no se embelesó con su bello sonido sino que la transitó por el ascetismo.
No creo, a tenor de la frecuencia con que los ha tocado (incluyendo un pedagógico dvd) que a la pianista le cansen los siempre bellos Estudios de Chopin. Pero tampoco creo que a quien escribe le interese escuchárselos con tanta reiteración. Cuando un pianista repite hasta el hartazgo una obra se supone que es porque tiene cosas nuevas para decir. Me pregunto, en este caso, ¿cuáles han sido esas cosas? Personalmente, se los he escuchado mejor que en la oportunidad.
En cambio, las Rapsodias de Liszt son nuevas a su repertorio. Y, al margen de la excelencia instrumental puesta de manifiesto, se percibe de lejos cuando alguien investiga terrenos nuevos, con fruición expresiva y explorando ricamente todos los recovecos de la partitura. Fueron versiones ejemplares, tocadas libremente pero con estilo y clase, a las que -en el futuro- no les vendría mal algo menos de almíbar.
Rachmaninov es un autor que Puppulo conoce acabadamente y que domina a la perfección. Esta selección de Preludios, primer peldaño de un integral que se espera para el año próximo, es ardua para tocar y endiablada para interpretar. La pianista desbrozó las intrincadas partituras con maestría y dominio del lenguaje. El resultado entregó pequeñas joyas que el público premió largamente. De todas formas, por estar frecuentándolas por vez primera, estoy seguro que estas joyitas irán enriqueciéndose a medida que aumente la familiaridad de la Señora Puppulo con ellas, sus nuevas amigas. No juzgo, como casi siempre que las omito, las obras fuera de programa: los bises son regalos y a éstos “no se les cuentan las costillas”. Un recital muy alzado que añade otra gema a la corona de la mejor pianista argentina residente en el país.
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