viernes, octubre 10, 2008

PAU (PABLO) CASALS


Reproducimos, para homenajear al padre del cello del siglo 20, el obituario publicado en la revista OBERTURA de Buenos Aires, prestigioso y hoy desaparecido medio, que por un decenio compartió con BUENOS AIRES MUSICAL el firmamento de las publicaciones especializadas de la Argentina, ambas nunca superadas. Esto que sigue es de 1973.


In memoriam 1876-1973

Aunque se busquen connotaciones musicales en la vida y obra del genial catalán que fuera Pablo Casals, precisamente porque la música fue la vía elegida para concretar una personalidad excelsa en virtudes y rica en amor al prójimo, no cabe duda que con el deceso de Pablo Casals se ha perdido para la humanidad una de las máximas expresiones que en el arte integral tuviera nuestro siglo. Fue el músico que nunca excluyó la tarea básica del ser humano: hacer felices a sus semejantes con los más puros medios de realización. Si hubieran de valorarse sus dimensiones a partir de la música, para llegar a la semblanza del hombre integrado a la comunidad, solamente cabría la comparación con Arturo Toscanini o con Albert Schweitzer.

Tarea tan sencilla como dolorosa resulta escribir una necrología de Casals, una de esas figuras que desearíamos fuesen inmortales. Porque importa muy poco discutir sus méritos como compositor de trascendencia: posiblemente no lo haya sido, aunque sus obras estuvieran siempre destinadas a llevar un mensaje de paz y amor y las mismas intrínsecamente tuvieran un endeble valor musical.
Lo que muy pocos podrían discutir es la coherencia que en toda su vida tuvo para con aquellos sistemas de gobierno que el primigenio vocabulario humano dio en llamar dictaduras. Comenzó su callada protesta en la actitud de negarse a visitar Rusia a partir de la revolución del 17, luego deploró la Italia fachista y la Alemania nazi para culminar (como insigne hijo de España) negándose a poner sus pies en suelo peninsular mientras permaneciera en el poder Franco [N.de la R.: los artistas le han dado portazos históricos a los dictadores a través del tiempo. Toscanini a Mussolini y Hitler, Hans Hotter y Juan José Castro a Perón, y muchos otros ejemplos...]. Si sus puntos de vista sobre política fueron o no discutibles poco interesa; lo que importa es la línea de conducta sin desviaciones que ostentó a lo largo de toda su vida y de la cual, exaltado o censurado, jamás se apartó.
Finalmente debe aludirse por fuerza a Casals como máximo exponente de la interpretación de violonchelo del cual se tenga memoria directa. Porque no dejan de aparecer como mitológicos Paganini así como Liszt, cada uno en su instrumento. Pero a ninguno de ellos se los puede escuchar hoy. En cambio, Casals ha dejado en la memoria, la retina (filmaciones) y el oído de quienes le frecuentaron (grabaciones que lo testifican) la innegable valía de su arte. Tuvo el mérito de ser uno de los primeros -sino el primero- en dar al violonchelo el lugar que merece ocupar en la escala de valoración de los instrumentos solistas. Además de hacerlo, posiblemente, como ninguno. Su absoluta capacidad le permitió lograr el llamado “inconfundible sonido Casals” y también hacer del arte musical una religión con escasas concesiones interpretativas, aún con extremas libertades, amén del permanente afán de perfección que estuvo presente en todas y cada una de sus versiones.
En este orden de ideas, la discografía ha sido generosa con Casals como él lo fuera con el genial invento del disco. Sus grabaciones en Prades y Perpignan, las suites de Bach que le pertenecen, las sonatas de Beethoven con Serkin, los registros con sus amigos Cortot y Thibaud y sus placas como inmarcesible director destacan como excepcionales.

Con la desaparición de Pablo Casals se ha ido un ser humano en niveles poco habituales. En esta postrera mención de su carrera poco importan elogios o críticas a determinados enfoques de su idea vital. Lo que quedará trascendentemente grabado a fuego en los anales de la humanidad es su devoción por la justicia y su enjundia como artista hasta hoy posiblemente inigualado.

arriba, el Maestro en soledad

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