sábado, marzo 29, 2008

Perfil de un gigante - OTTO KLEMPERER [1885-1973]


Cuando Walter Legge, el principal productor discográfico del siglo XX y marido de Elisabeth Schwarzkopf fundó la Orquesta Philharmonia en Londres, juntó los mejores músicos de su tiempo y por casi quince años tuvo la mejor orquesta del mundo, aunque (por celos profesionales) eso doliera mucho en Viena, Berlín, Ámsterdam, Chicago, Filadelfia, Boston o New York. Tras ponerla en manos egregias como las de Furtwängler, von Karajan y Toscanini para conciertos aislados, Legge resolvió que la Philharmonia necesitaba un titular. Designó visionariamente al gigantesco OTTO KLEMPERER, al que le programó giras enjundiosas y grabaciones por decenas. Estaba resucitando a un exiliado casi en el olvido. Klemperer dio lo mejor de sí a pesar de la precariedad de su salud y fue deificado por crítica, público...y por el mismo Legge. Hasta que la difícil personalidad del productor le hizo querer interferir en las versiones de Klemperer como lo hacía virtualmente con todos los otros directores que ponía al frente de su orquesta, y que todos aceptaban estas intrusiones (algunos gustosos, otros menos) con tal de pararse frente a semejante orquesta. Klemperer no lo permitió y se produjo la ruptura que, poco después, ocasionaría la disolución de la Philharmonia y su posterior re-bautismo a New Philharmonia, esta vez sin Legge. En el momento posterior a la renuncia de Klemperer, el mismo Legge que lo santificara anunciaba que “con el tiempo, Klemperer será un anacronismo”. El genial director, parafraseando un texto de la Tetralogía (“Immer war Undank Loges Lohn”, o “Siempre la ingratitud fue el valor de Loge”) diría “Immer war Undank Legges Lohn”. Cosas de la vida. Hoy seguimos disfrutando de las maravillosas grabaciones producidas por Legge y de las trascendentes versiones de Klemperer, sin que ni uno ni el otro sean un anacronismo.

La carrera de Klemperer estuvo signada por el infortunio y la mala salud, a pesar de lo cual llegó casi a ser nonagenario. Pero, por sobre todo, la marcó su sapiencia , su versatilidad y su inmenso prestigio. A pesar de su pésimo carácter y acres comentarios, fue siempre muy respetado por sus músicos y sus colegas.

Nació en Breslau, Alemania (hoy caprichosamente Wroclav, Polonia) y llevado tempranamente a vivir a Hamburg y a estudiar a Frankfurt am Main. Uno de sus maestros, Hans Pfitzner, le urgió a dejar su promisoria carrera de pianista y hacerse director ( Klemperer había sido tercero en el Premio Antón Rubinstein de París detrás del joven ganador Backhaus y del joven segundo Bartok). Debutó en 1905 y luego intimó con su protector Gustav Mahler quien lo recomendó para dirigir la Opera Alemana de Praga en 1907. Posteriormente dirigió en la Opera de Hamburgo, Barmen, Strassburg, Colonia y Wiesbaden como titular; y en Barcelona, Roma, Moscú, Leningrado y New York como invitado, todo antes de 1926.

En 1927 fue designado titular de la Opera Kroll de Berlín. Allí estrenó obras de Schoenberg, Weill, Janacek y otros, además de dirigir toda la inmensidad del repertorio sinfónico y operístico tradicionales. Tras recibir la medalla al Artista Alemán debió escapar del nazismo hacia EE.UU. Allí pasó hambre y otras privaciones, trabajando aisladamente en Los Angeles ( muchos de esos registros se preservan). Volvió a Europa en la posguerra para penar conduciendo orquestas poco relevantes. Había sido olvidado hasta que Legge lo volvió a la vida artística. Semiparalizado por la extracción de un tumor cerebral y sufriendo otros males fue un cabal ejemplo de la voluntad venciendo a la desgracia. También visitó exitosamente Buenos Aires.

Puntales de su discografía oficial y privada: el Holandés errante en vivo, su Fidelio con Hotter, las 9 Sinfonías de Beethoven en vivo, el Réquiem Alemán y sus registros (todos) en el Concertgebouw, además de sus legendarias y paradigmáticas traducciones de Bruckner y Mahler en diversos lugares.

Esencial en su visión, por momentos agonístico, su paleta colorística era suya y solo suya. Aunque algunos de sus tempi puedan objetarse, sus versiones siempre tienen el elevado interés que solo concitan los grandes.

Muy recomendable una edición con sus escritos y la biografía en dos tomos de Peter Heyworth.

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