lunes, enero 07, 2008

Para abrir los ojos y la mente [Cap. 8]

"Un crítico que no opina es un contrasentido". Esta sencilla sentencia definió al ideario del crítico musical más sapiente, versado e influyente del siglo XX en Argentina. Muchas de sus notas las agupó en un libro [Música en Buenos Aires, Ed. Sudamericana], pero decenas más quedaron simplemente en los periódicos de la época. Tenemos en nuestros archivos más de seiscientas de esas piezas doradas y publicaremos muchas de esas gemas de valor perenne. Creemos que, como tributo a tan imporante personalidad, ha llegado el momento de volver a poner a la consideración pública aquellos trabajos, pruebas incontrovertibles de un estilo sin compromisos que hoy está extinguido; y con un bagaje de conocimientos (además de una pluma singula) que pertenecen a una era dorada.

Recital Chopin
Alexander Uninsky, piano
ca. 1952

Alexander Uninsky, que ayer por la tarde ofreció un recital íntegramente dedicado a obras de Chopin, es un pianista difícil de ubicar, porque participa de virtudes propias de los grandes instrumentistas y de debilidades cuya presencia contribuye en buena medida a disminuir el placer que pudiera sentirse al escucharlo.
En su labor no hay nada que pueda suscitar el encono del oyente o la irritación del crítico. Es, en la mayoría de los casos, una tarea sensata, correcta ... de músico que domina el instrumento que frecuenta y las obras que ejecuta. Es de toda evidencia que no se trata de un intérprete verdaderamente comunicativo. Entre él y el público se levanta la sutil cortina que hace difícil la comunicación. Se lo escucha como se mira un espectáculo, sin participar demasiado en todo lo que hace. Quizás esto se deba a que, pese a demostraciones de ardor y entusiasmo, el carácter de sus recursos expresivos es más pensado que sentido.
Pianísticamente, Uninsky posee una variada gama de posibilidades, pero el piano en sus manos tiene poco poder de evocación. Le falta color en la medida que el color puede suscitar vibrantes descripciones. Su dinámica no es demasiado rica. Por arriba del "forte" el sonido es incisivo y hasta agrio. Pone en juego un apoyo del hombro y cierta rigidez de muñeca que no es el mejor camino para obtener sonidos redondos y bien calibrados. Por eso, cuando acentúa, el acento suena más a golpe que a genuino impulso. Y esto quiebra la unidad de la línea y el equilibrio del discurso. Sus versiones de Chopin mantinen ese vilento "rubato" que consiste en detener la fluencia rítmica en la última parte del compás. En consecuencia, la frase está presentada con un constante vaivén de "ritenutos" y "accelerandos" que resta valor al recurso expresivo.
En su recital Chopin tuvo momentos de auténtico equilibrio y fue un placer oírlo. Tuvo otros en que la música se movía por bruscos movimientos, y esto ya no es tan placentero.
Jorge D'Urbano,
ca. 1952

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Gracias por continuar publicando las críticas de D'Urbano. Es una manera de mantener viva la memoria para rendir homenaje a quienes fueron los grandes directores de orquesta y los grandes pianistas. Julio Nevoran

La Danse de Puck dijo...

Sí, es cierto. Es una de las pocas formas que tenemos a disposición para recordarlos y también para que los más jóvenes los conozcan. Muchas gracias por seguirnos y nos honra contarlo entre nuestros lectores.