Vincular a dos corrientes políticas diferentes (aunque no tan diferentes) o al sublime balompié con el egregio Teatro Colón es, cuanto menos, una mescolanza. Pero acaso sea procedente hacerlo.
Cuando un personaje de triste memoria dijo: "si hubiera dicho lo que iba a hacer no me votaba nadie..." se blanqueó el engaño, la mugre y la hipocresía de los políticos que, como dijera Bill Clinton, "duermen al bebé y cuando está dormido le roban la mamadera".
Cuando el actual Jefe de Gobierno omitió decir la depredación que iba a operar en el Colón (eso sí, echando la culpa de todos los yerros a sus antecesores) incurrió en pecado de omisión. Algo así como si, figurada e hipotéticamente, el presidente de un club de fútbol comprase a un jugador en doce millones de dólares diciendo que lo compró en catorce y, un año después, lo vendiera en dieciocho diciendo que lo vendió en dieciséis. Ganando dos millones de ida y otros dos de vuelta. Claro, esta última es una figura hipotética.
Lo cierto es que el personaje de triste memoria arrasó en las urnas aún después de haber proferido la defensa de su mentira. Y hasta hubiese ganado su tercera presidencia de no haberse acobardado ante la segunda vuelta.
Lo cierto es que el Alcalde Mayor también arrasó en las urnas.
LO CUAL DEMUESTRA QUE LOS ARGENTINOS NO SABEN VOTAR O QUE SON IMBÉCILES, O AMBAS COSAS. Y LO CUAL JUSTIFICA ESO DE QUE "CADA PUEBLO TIENE EL GOBIERNO QUE MERECE".
Lo que no podemos ignorar es que Ibarra no tenía la más pálida idea del caso Colón. Y que el ex licenciado que lo sucedió nunca supuso que sería el Atila del primer coliseo. Sanguinetti es un ex docente, melómano y coleccionista de discos. Que, además, no tiene el poder de pisarle los callos a su jefe deteniendo la masacre del Colón. No está apto para dirigirlo ni ganó el cargo por concurso. Tampoco lo hicieron Madanes y así nos fue. O su sucesor, el cineasta.
Se requiere mucha valentía para detener el crimen intelectual, artístico y arquitectónico que se está perpetrando. Y mucha honradez para que los dineros públicos vayan al público y no a alguien en particular. Si el Colón estaba tan mal ¿porqué no haber hecho lo que hizo el entonces recién nombrado director del teatro Jorge d’Urbano cuando la Revolución del 55 lo designó para acabar con la corrupción?... cerrarlo por una temporada para luego hacerlo renacer.
Tocar la arquitectura de un monumento histórico es criminal. Privatizar un monumento histórico (en cuyo Salón Dorado hasta se celebraron casamientos...)es un deshonor. Aunque lo haga quien fuera votado por mayoría (lo que no legitima lo malo) con el apoyo de socios minoritarios e irrelevantes. Suena a ignorancia.
Y revalida la irreverente frase de Ortega y Gasset: "Con las letras que forman la palabra ARGENTINO, en nuestro idioma se puede escribir una sola palabra: IGNORANTE".
¡Qué pena tanta decadencia!
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