Continuamos con nuestra serie "Grandes Damas del Piano". Sin que el asunto transite por cuestiones de género, evocaremos las historias de muchas mujeres que se destacaron como pianistas en el siglo pasado. Todas diferentes, cada una de ellas con sus atractivos irán desfilando por estas líneas intérpretes muy conocidas y otras hoy completamente olvidadas. Confiamos en que nuestros lectores sentirán el deseo de ir a los archivos y escucharlas atentamente. Se verán recompensados.
Una pianista colosal ha sido MYRA HESS (1890-1965), devota de la música y consagrada a ésta desde pequeña. Estudió con Matthay y a los 17 años debutó tocando el Cuarto de Beethoven con Beecham, lo que creó una conmoción. Ya debutaba en América en 1922 y realizó muchas giras y conciertos. Dio, literalmente, cientos de recitales y conciertos a beneficio de los combatientes en la bombardeada Londres de la Segunda Guerra. Participó en los Festivales de Prades organizados por Casals. Allí tocaba como solista con orquesta y cultivando su pasión por la música de cámara. Su repertorio era extensísimo e incluía los diez últimos Conciertos de Mozart, los de Beethoven, los de Brahms, Schumann y Grieg. Comercialmente, llegó a grabar obras tan disímiles como las Variaciones Sinfónicas de Franck (un clásico de la fonografía) o la Sonata para piano y las Bagatelas de Howard Ferguson. Tuvo por alumnos a Yonty Solomon y a Stephen Bishop.
Realmente, no grabó tanto como sus condiciones y probidad merecían. Por ejemplo, recién hace poco ha salido una versión en vivo de sus especialidades, el Concierto Op.58 de Beethoven. Era perfeccionista y no hacía tres discos por mes como se estila hoy. Para Myra Hess, grabar no era “preservar destruyendo” (como decía Schnabel) sino dejar testimonios, aunque sea pequeños, para el goce de la gente. Consciente, pues, de esa casi atemporalidad del disco, se cuidaba de grabarlos con celo.
Hay muestras de su generoso sonido en grabaciones en vivo de los dos Conciertos de Brahms; o de su finura tocando una Sonata de Schubert o su célebre transcripción de Jesús, alegría del hombre. Sus grabaciones en vivo de los Conciertos 14 y 20 de Mozart con Walter son un ejemplo estilístico e instrumental. Grandes testimonios de su carácter beethoveniano: la Tercera Sonata para cello con Feuermann; el Tercer Concierto con Toscanini; las maravillosas versiones de las Sonatas 30 y 31. Su Concierto de Schumann (dos versiones, con Goehr y Schwartz) es ejemplar, así como los Estudios Sinfónicos. El Concierto KV271 en el Festival de Perpignan, una de las más bellas lecturas de la obra. Obras para piano solo no grabó muchas, salvo cortas o miniaturas. Pero en música de cámara hay registros conspicuos que entran en la galería del recuerdo: el Quinteto de Schumann en Prades; los Tríos de Brahms y Schubert con d’Aranyi/Salmond y Cassado; una Sonata de Schubert con Szigeti.
Uno de los salientes registros ha aparecido por primera vez hace poco, con el Concierto KV467 de Mozart con bellas cadencias de su amigo Dennis Matthews. Y una rareza, una de las Danzas Eslavas de Dvorak con Hamilton Harty. Su Carnaval de Schumann es, sin dudas, de las más finas versiones grabadas de la obra. Stern en el Festival de Edimburgo, con la Segunda Sonata de Brahms, una de las Sonatinas de Schubert y la Décima de Beethoven. Este recital, por sí sólo, dice quizás tanto de Hess en este repertorio como su impar Quinteto de Schumann de Prades.
Las ediciones de APR con Myra en la Universidad de Indiana reflejan su aplomo y calidad cuando tocaba en vivo (lamentablemente se han preservado escasísimos registros suyos en sala). Contienen, entre otras gemas, una Sonata de Scarlatti como pocas veces se ha escuchado; una dramática visión de la Fantasía Op.49 de Chopin; una maravillosa Sonata D960 de Schubert; una bellamente escogida Suite de Danzas de este mismo autor, anunciada por ella; y otras joyas.
El plato fuerte para arrimarse a su arte, autoridad y personalidad es un film en blanco y negro con la Sonata Op.57 de Beethoven.
Myra Hess fue, sin dudas, la más grande pianista británica.
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