FRITZ LEHMANN (1904-1956) ha sido –y sigue siendo, sin dudas- una de las grandes batutas y, desde la perspectiva histórica, un músico que vale la pena recordar y tener activo mediante reediciones de sus discos. Como puede verse más abajo, en pleno uso de sus talentos, murió más joven que Busch, Kleiber o van Beinum cuyos decesos en plenitud también se consideran muertes prematuras, por decirlo de algún modo.
Lehmann nació en Meiningen como hijo de un organista y maestro de coros, cursando sus estudios en las universidades de Heidelberg y Göttingen y en el conservatorio de su ciudad natal. Si bien comenzó tempranamente dirigiendo coros (como Walter y Klemperer, entre otros), lo cual explicaría su excepcional sentido del balance de las voces en los instrumentos de la orquesta, pronto (a los 21) dirigía orquestas en Göttingen (1923-27), Hildesheim (1927-38) y Hannover (1929-38).
Tuvo una febril actividad por esos años conduciendo los Festivales Händel de Göttingen, y presentándose en Bad Pyrmont y Wuppertal. Desde 1953 hasta su muerte presidió la cátedra para directores en el conservatorio de Munich. Tras la Segunda Guerra Mundial fue director huésped en Francia, Bélgica, Holanda, Austria, España y Argentina y viajó con la Sinfónica de Bamberg, que heredarían Perlea y Keilberth al morir Lehmann, por toda España.
Su repertorio iba de Bach a Strawinsky y se sentía igualmente a gusto en la sala de conciertos como en el teatro de ópera. Murió en un intervalo mientras dirigía la Pasión según San Mateo. Favorecía el sonido cálido, los tiempos justos y certeros, mucha fidelidad textual, un balance poco común y suprema versatilidad estilística.
Afortunadamente y desde la era de los 78 rpm (que son maravillosos y nunca reeditados) tiene una discografía excepcionalmente profusa, para los pocos años en que grabó y lo suficientemente representativa de su genio.
Destaquemos La Pasión según San Mateo (una de las primeras grabaciones en estudio con un casi debutante Fischer Dieskau), su casi único Réquiem Alemán (con Stader y Wiener), chispeantes y nunca igualados fragmentos de La novia vendida, las mejores versiones que conocemos de El amor brujo (con Eustrati) y El sombrero de tres picos, muchas placas como eficiente e inspirado acompañante, oberturas de todo el repertorio, la Misa en si menor y muchas cantatas de Bach, los Concerti grossi Op.6 de Händel en la única versión que puede ponerse al lado de la de Adolf Busch, Hänsel y Gretel completa, las Danzas Sinfónicas de Grieg y decenas de otras grabaciones de primer rango que sería largo enumerar aquí.
Lehmann, un grande casi olvidado y desconocido por las actuales generaciones, que de no haber desaparecido tan pronto hubiese influido para detener la caída de la dirección orquestal a partir de los años ochenta del siglo pasado.
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