sábado, abril 26, 2008

La más feliz resurrección

Hace relativamente poco tiempo, y al comentar grabaciones recientemente editadas por APR de SERGIO FIORENTINO (1927-1999), un crítico mencionaba que su nombre recibía muy pocas líneas en el Diccionario de Lyle; ninguna mención en el Groves, etc.; a lo cual quisiéramos agregar que Schonberg no lo menciona, que Rattalino lo ignora (¡a pesar de ser italiano!), que Dubal le dedica un toque como de paso, y que para Kaiser nunca existió.
Si pensamos que, elecciones de vida hechas por Fiorentino aparte, sus
compatriotas eligieron boicotearlo o ignorarlo, casi sepultarlo en vida, nos daremos cuenta del tremendo poder de los medios de comunicación en nuestro tiempo. Cuando escogieron ponerlo a un lado, acaso lo hicieron porque era Gran Maestre de una Logia Masónica, y no filocomunista como Pollini, en tiempos en que el comunismo era moda. Lo desterraron al Conservatorio de Nápoles, en donde en
señaba casi gratuitamente, pero le obligaban a tramitar su reingreso con largos formularios, anualmente. Como si fuese un Don Nadie, un Ilustre Desconocido. Si ese Conservatorio, que hoy merece el oprobio, hasta llegó a comisionarlo, durante todo un año, a enseñar solfeo en un villorrio cercano...

Lo que pasó es que Fiorentino era muy honesto, y enseñando gratis les sacaba ganancias a otros profesores. Lo que pasó es que tocaba muy bien, y muchos le envidiaban. Lo que pasó es que resolvió ignorar al "establishment" de críticos y colegas, y eso se paga caro en el “gran negocio”. Había nacido en la ciudad de su "destierro", Napoles. En 1938 comenzó sus estudios en el Conservatorio que luego habría de emplearlo por un mísero salario. Nunca le perdonaron haber dicho que, en sus días de Conservatorio, había aprendido poco o nada. Su real enseñanza la tomó de haber escuchado discos de Rachmaninov (su arquetipo), y a Cortot, Gieseking o Fischer en vivo. Las libertades de aquellos, más sus condiciones innatas , le permitieron sobrellevar las limitaciones estéticas y musicales de sus maestros. Desarrolló su inmenso pianismo trabajando sobre aquellos que había escuchado, no por lo que mal enseñaban los académicos ¡¡Qué gran lección!! Ganó en 1947 en Monza [presidente del jurado MICHELANGELI, que supo reconocer talento como pocos otros -luego- colegas] y fue segundo en Ginebra.

Zecchi, otro distinguido maestro y pianista, influyó luego en su formación. Conquistó todos los sitios que visitó, en la Europa de la posguerra. En el 53 debutó en Carnegie Hall, y una gran carrera se le abría a sus pies. Un viaje por Argentina y Uruguay en 1954 fue clave en su vida porque el avión en que viajaba cayó a tierra. Fiorentino salvó milagrosamente su vida, pero tuvo una herida en la espina dorsal. Dejó de tocar a partir de una parálisis progresiva de sus miembros.

Cuando retomó, penosamente, la movilidad en forma normal, era nuevamente un desconocido, sin representantes artísticos, sin gente que lo recordara, y sin quien lo ayudara. Se vinculó a sellos grabadores pequeños, que desaparecieron o quebraron (llevándose, en alguno de los casos, aportes monetarios del propio pianista), que no obstante hicieron sus primeros discos. Cansado de injusticias, del vértigo del artista itinerante, de la -en muchos casos- incomprensión de las gentes, se retiró a enseñar, a lo cual dedicó con amor toda su vida. No solamente usaba este retiro para ampliar su fenomenal repertorio, sino que ni lucraba con ello.

Hasta en Italia pensaban que había muerto. Tan efectivo fue el destierro a que lo sometieron los Rattalinos de turno. Hasta que en 1991 ejecutó la Rapsodia Paganini en Santa Cecilia de Roma, donde se había presentado por última vez cuarenta años antes, y nuevamente el gran furor se desató. Gracias a gente que lo valoró y lo comprendió, la carrera de Fiorentino recomenzó hasta que la muerte le impidió proseguir, estando en la plenitud de su forma. Cuando tocó el Tercero de Rachmaninov en Westfalia, le contrataron para volver a los pocos meses a hacer el Primero de Tschaikowsky. La muerte no lo dejó (ese Tercero de Rachmaninov singular puede disfrutarse en un video privado). Bryan Crimp y Ernst Lumpe han sido instrumentales y decisivos en propulsar a Fiorentino para la posteridad. Ahora, no será fácil olvidarlo, hasta para los que recién le conozcan. Tres discos, reediciones de sus antiguos LP en los que tocaba con un esplendor mecánico digno de Cziffra o Kilenyi y una musicalidad digna de Petri, se ocupan de Liszt (a quien no llamaremos uno de sus grandes amores, porque si se revisa el repertorio de Fiorentino se verá que era inmenso, singular, enciclopédico). Suiza de Años de Peregrinaje, junto a Venezia y Napoli en gran forma, con un estilo lisztiano (de fuste y medios gigantescos); Rapsodias Húngaras, que domina como muy pocos antes o después de él; la ignota Gran Fantasía sobre La Campanella, una de las obras más difíciles de este compositor; y un llamado "Liszt contemplativo", con todas o casi todas las obras que menos se tocan, como las Consolaciones y piezas de vejez del Abad, que Fiorentino cultivaba a la par de Kentner y casi poco antes que el otro especialista, Brendel.

1960/61 fueron años especialmente productivos en lo que hace a la presencia del joven pianista en los estudios de grabación. En ese periodo dejó impresos para Saga (hoy material inaccesible, lamentablemente), muchos discos de vinilo que recibieron críticas duales: el gran elogio o la gran crítica. En todos los casos se trata de visiones juveniles, de un pianista de medios poderosos que irrumpía desde Italia en medio de una moda de pianistas lentos, “pensativos”, cuidadosos (Arrau era la gran figura fonográfica de aquellos tiempos). Como quiera que sea, citemos entre los mejores logros del Fiorentino de aquellos días, un Primero de Tschaikowsky, un Primero de Liszt, el Concierto de Schumann (siempre con orquestas y directores de segundo orden -¡no olvidemos que Saga era un sello pequeño y que Fiorentino ayudaba a financiar los discos!-); y mu­chas obras para piano que hoy demandan reedición al CD: 26 Preludios de Chopin, Valses y Escocesas completos de este autor, Polonesa Fantasía Op.61, Carnaval de Schumann (una de las mejores versiones que se hayan grabado), las dos Baladas de Liszt y algunas cosas más. Sería una pena que este legado puedan disfrutarlo solamente los coleccionis­tas de la vieja guardia que lo compraron en su tiempo... APR, que ha sido responsable de la resurrección de Fiorentino, no ha podido nego­ciar con el sello original (que solicitaba derechos exagerados): ¿quién es? ¿de dónde salió?

Proliferan allí todas las obras importantes escritas para el piano (otro sello incluyó los integrales de Sonatas de Beethoven y Mozart),; hay grabaciones de sus encores con, entre otras cosas, una Islamey a la altura de Barere, lo que en discos no logró nadie. Y las principales sonatas de Schubert, Prokofiev, Chopin, Rachmaninov, Scriabin y mucho más.

Sus integrales de Estudios Trascendentales y Paganini son gemas de colección.

Fiorentino, para muchos desaparecido, inexistente para los Schonberg y los Rattalino, está más vivo y vigente que nunca.


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