martes, abril 22, 2008

Maestro y alumno

Poco importa que la relación formal entre quien enseña y quien aprende no haya existido en la realidad. Pero la influencia práctica y real de Mengelberg sobre van Beinum fue la de nuestro título. La égide del primero, por medio siglo titular de la orquesta del Concertgebouw , sobre el segundo- su sucesor- era inevitable. Y por paradoja del destino ambos tuvieron sendos finales trágicos.

Willem Mengelberg (1871-1951) nació en Utrecht, Holanda, de ascendencia germana. Su padre construía iglesias. Willem estudió en su ciudad natal y en Colonia y comenzó siendo un probo pianista. En esa última locación debutó como director de la orquesta de Gürzenich y en 1891 fue contratado en Lucerna. En 1895, siete años después de su fundación, la Orquesta del Concertgebouw lo designó titular, cargo que tuvo hasta 1945: su influencia en la música neerlandesa y enaber llevado hasta la cima a ese conjunto son temas insoslayables. Sus últimos años redujo sus apariciones por cuestiones de salud. Mengelberg dirigió además la mejores orquestas de su tiempo y también fue titular de la Filarmónica de New York. Fue admirado por dos inmensos directores-compositores: Mahler y Richard Strauss. El primero lo distinguió como su traductor ideal y el segundo, por ejemplo, le dedicó Una vida de héroe.

Ya visitó EEUU en 1905 y a instancias de Bodanzky tomó la orquesta neoyorkina hasta 1930. La colosal influencia de Toscanini lo hizo renunciar pues no aceptaba el segundo plano. Por querer diferenciarse de su genial colega comenzó a sobre enfatizar su expresión, a adulterar la métrica, a exagerar los detalles. Esto, unido a su afán de discusear antes de cada ensayo sobre el compositor a interpretar y la demasiado puntillosa y larga forma de ensayar lo hicieron perder posiciones. Aunque su influencia en la ejecución orquestal norteamericana en su tiempo fue gigantesca. Tanto como su pintoresquismo. Por ejemplo: con una orquesta de primer orden ensayó un mes antes de dirigir Till Eulenspiegel, una obra que dura unos diecisiete minutos...

Fue un paladín de la música moderna de su tiempo y convocó como socios a directores de la talla de Muck, Monteux y Walter. Para el gigante, las obras le eran reveladas y se consideraba el vehículo ideal para presentarlas, aún alterando los textos, lo que en sus versiones de los clásicos es muy notorio. Para algunos libertino, para otros engreído, la verdad es que era talentoso y genial hasta en el error.

Durante la ocupación nazi de Holanda fue colaboracionista y dirigió tanto en Alemania como en países ocupados. Este le valió, en 1945, ser echado de su amado Concertgebouw debiendo exiliarse en Suiza, ya que le fue prohibido dirigir en su país natal. Murió enfermo, solo, olvidado, amargado. Fue otra víctima del totalitarismo que practicaron sus demócratas pares y connacionales. [En las fotos a izquierda y derecha: momentos de su intimidad, de su vida diaria]

Su discografía es inmensa y prácticamente imposible de analizar en detalle. Como muy recomendables sugerimos La Pasión según San Mateo, el Bolero de Ravel y su integral de sinfonías de Beethoven en vivo.

Para discutirlo o para admirarlo, Mengelberg debe ser escuchado.


Eduard van Beinum (1901-1959) nacía cuatro años antes que Mengelberg debutara en EE.UU. y las vueltas de la vida lo convirtieron en su sucesor al frente del Concertgebouw cuyos estándares supo conservar, mismos que se han perdido por la mediocridad de sus sucesores.

Nació en Arnhem y comenzó como violista. Hasta 1931 dirigió coros y orquestas poco relevantes tras haber estudiado en el Conservatorio de Ámsterdam. En 1931 fue codirector con Dopper en el Concertgebouw y en 1938 fue designado asistente de Mengelberg. En 1950 su salud le obligó a descansar por un año y en 1954 llevó a la orquesta en gira por los EEUU. Había sido nombrado su titular tras que echaran a Mengelberg en 1945. Mantuvo el cargo hasta que un ataque al corazón ensayando la 1ª de Brahms lo hizo morir. Así, como con Fricsay, Cantelli y Busch, se perdía otra de las batutas que hubiesen evitado el colapso de la dirección orquestal desde 1960 en adelante.

Su repertorio era inmenso, desde Bach hasta el siglo XX y era un fino estilista. Conceptualmente objetivo, sus tempi eran siempre justos, sus ejecuciones perfectas y su técnica y paleta admirables.

De su discografía, todo es invalorable. Por un mero ejercicio intelectual destacaremos las 4 sinfonías de Brahms, la Sinfonía fantástica(dos versiones diferentes), sus impresionistas, sus Bartok y la Consagración de la primavera, sin olvidar sus exquisitos registros de Mozart y Schubert, sus profundos de Bruckner y sus definitivos de Mahler, cuya 2ª Sinfonía y La canción de la tierra le siguen perteneciendo.

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