miércoles, abril 16, 2008

Renovado reto singular

Recital
Beethoven: las tres últimas Sonatas para piano
28 de marzo de 2008
en el Museo Fernández Blanco
WERNER BÄRTSCHI, piano

En el siglo 19 algunos y en el siguiente muchos acometieron la difícil tarea de presentar en público las 32 Sonatas de Beethoven, columnas fundamentales de la música. Desde Henschel en adelante, deben y merecen destacarse los ciclos de Cortot, Risler, Nat, Gieseking, Schnabel, Kempff, Backhaus, Kentner, Edwin Fischer, Annie Fischer, Rudolf Serkin, Brendel, Gulda, Petri, Richter Haaser y decenas de otros menos conocidos o menos enjundiosos. Paradójicamente, quien Harold Schonberg bautizara como “el hombre que inventó a Beethoven” refiriéndose a Schnabel, todo un especialista, tocó su primer recital con sonatas de Beethoven pasados los cincuenta años de edad y solamente cuatro veces el integral. De los arriba nombrados, solamente llevaron las 32 a discos Nat, Gieseking, Schnabel, A. Fischer, Backhaus, Brendel, Kempff y Gulda, los cuatro últimos dos veces.

Muchos menos han sido los grandes pianistas que en la sala de conciertos armaron un programa con las tres últimas sonatas como excelso bloque en la misma velada. Y todos ellos, muy pocas veces: Petri, Arrau, Serkin y Swjatoslav Richter entre los “elegidos”. Por ejemplo Solomon, máxima autoridad, no vivió lo suficiente ni para grabar las 32, ni para tocarlas en vivo ni para optar por las tres últimas.

Hacer esto último presupone un reto. Se requieren, como en un libro de haberes:

  1. Un mecanismo solvente;
  2. Comprensión del estilo;
  3. Concentración absoluta;
  4. Dominio del lenguaje;
  5. Poder de comunicación.

Veamos: con carencias en el punto uno, nada es posible. Con fallas en el dos, las obras no llegan al público. Con ausencia del tres, todo puede terminar en catástrofe. Y los dos puntos restantes van imbricados ineludiblemente a la sacra misión de un intérprete.

Grata sorpresa ha sido el recital del pianista suizo Werner Bärtschi que, a los 58 años de edad (en el presente) puede adjudicarse buenos promedios en los cinco acápites antedichos. Su sonido es cálido y opulento, según convenga. Sus recursos manuales muy solventes. Se le nota de lejos que ha profundizado en los textos, que los entiende y los sabe transmitir. Únicamente podrían objetársele algunos fraseos algo permisivos en lo que a tomarse libertades atañe. Pero siempre con buen gusto y recordándonos, después de todo, que quienes escucharon al propio compositor y lo reseñaron cuentan que abundaba en libertades que algunos dogmas del siglo 20 crucifican.

Muy agradable y disfrutable velada.

Claudio von Foerster

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